Sin ningún empacho, académicos de la Universidad Pedagógica Nacional del Estado de Chihuahua (o lo que ha quedado de ella después de las reformas que le impuso el duartismo) aún le conceden el beneficio de la duda al gobernador Javier Corral quien firmó, aparentemente sin ver, la enmienda que se subió a comisiones el pasado 26 de diciembre. No sólo la fecha es sospechosa, por ser periodo vacacional para el gremio de maestros que se desentienden, aparentemente, de cualquier actividad profesional, sino la intención de las modificaciones que gestionó la rectora panista, Victoria Chavira, que pretende, como el PRI de siempre, todo el poder.

Resulta que una de las modificaciones más importantes tiene que ver con la intención de eliminar un órgano colegiado denominado Consejo de Calidad, un instrumento que, en consonancia con el discurso democrático de Corral, mantiene aún relaciones horizontales de poder dentro de la institución y que permite tomar decisiones entre sus 22 integrantes (11 directores y 11 representantes académicos por cada uno de los 11 campus existentes en la entidad). Por eso es que se extrañan los upenianos, porque dicho órgano, dicen, se parece más a los intentos democratizadores del nuevo amanecer que a la ruta de retroceso en que los puso César Duarte Jáquez y ahora le pisa el acelerador hacia atrás la rectora Chavira, la de la foto, de quien se sabe que no es, precisamente, una académica de cepa.

El Consejo de Calidad es uno de los cuatro organismos que integran todo el entramado directivo. El primero es un órgano casi casi de relumbrón, Junta Directiva (así lo dispuso Duarte), que lo integran los rectores de universidades públicas como la UACJ y la UACH, en tanto que la rectoría de la UPN se ubica inmediatamente abajo pero en el que ésta ¡sólo tiene voz y no voto! Quizás por eso Chavira quiere asumir verticalmente todas las facultades del órgano a desaparecer.

Tales contradicciones y retrocesos no pueden estar pasando por la mente de Corral, se preguntan los maestros de maestros, mucho menos considerar que su firma al calce de las reformas que acabarían con la vida democrática de la UPN haya sido producto de un descuido, el cual, en este caso y a diferencia de Duarte, que firmaba sin ver y a lo macho, sería algo afortunado porque aún se está a tiempo de dar un golpe de timón para sincronizar el espíritu democrático que ha caracterizado a la UPN desde antes de que Corral fuera Corral.

Los maestros están en espera de una audiencia con el gobernador para explicarle el alcance de dichas reformas, porque no les cabe en la cabeza que el mandatario chihuahuense lleve en su conciencia la involución de una institución crítica a la que debe fortalecer en lugar de aplastarla, tal y como lo hizo su antecesor, el prófugo Duarte Jáquez.