No son diálogos y menos nacionales. Juntar ambos conceptos para explicar el procedimiento de la iniciativa de López Obrador para “reformar” el  Poder Judicial de toda la República es, sin más, una engañifa de la que se valen para imponer autoritariamente un cambio que no resolverá el reclamo de tener una justicia pronta y expedita.


No se puede entender que exista un diálogo porque ya dijo, con necedad, el presidente de la República que no admitirá cambios. 
Han maontado escenarios en los que la clase política es la protagonista y no la sociedad y la ciudadanía, por lo que no son pocas las críticas que han brotado en muchas partes. Escuchar a Monreal o Mier —por ejemplo— no tiene atractivo alguno, ellos son políticos de consigna, expriistas supuestamente purificados.


Si piensan que se va a llegar el momento y tendrá credibilidad lo que están “dialogando”, están muy equivocados, más cuando sacan el sofisma de que están cumpliendo el mandato vinculante  surgido de las urnas.


Es lo que tenemos en presencia, una farsa muy grave.