Resulta imposible creer que los gobernantes panistas estén a favor de un federalismo hacendario. En su historia ya hay varios gobernadores que levantaron la voz pero jamás hicieron nada de fondo para cambiar las cosas.

Entre ellos está Ernesto Ruffo Appel, de Baja California, y Francisco Barrio Terrazas, de Chihuahua, quienes inauguraron toda una serie de gubernaturas que declarativamente fueron anticentralistas, pero que en realidad siempre se plegaron a los dictados presidenciales en la materia.

En el pasado reciente Javier Corral se mostró beligerante, levantó polvo y no hizo nada. Igual sucede ahora con María Eugenia Campos, que nos receta el día de hoy una frase que exhibe claudicación envuelta en bravata. Dice: “Que no nos dé, pero que no nos quite la federación”, lo que en buen español quiere decir que prevalezca el inequitativo trato que el poder central le asigna a los estados, convirtiéndolos en provincias romanas altamente dominadas a la hora de repartir el peso fiscal.

Y a todo esto no está de más recordar que Vicente Fox, el presidente panista de 2000 a 2006, tuvo todas las condiciones para implantar un nuevo federalismo y no lo hizo, perdió el tiempo, y en esa línea continuó Felipe Calderón.

Antes de 2000 los ingenuos podía creer que el PAN era un convencido de un cambio en este delicado y urgente tema de agenda pública, pero ahora resulta imposible porque no se asoma ni un ápice de congruencia en esta asignatura permanentemente diferida.

De tal manera que la bravata de Maru Campos suena a opereta, siguiendo la línea de sus actividades culturales recientes.