Quizás Héctor Tarango, el coordinador municipal de Protección Civil del gobierno de la señorita María Eugenia Campos Galván, necesita ver flotar el arca de Noé sobre las riberas del Chuvíscar para reconocer la afectación que las lluvias traen a la ciudad de Chihuahua. 

Para él son cosas de la virtualidad, apariencias, no realidades. Dice que las fotos y videos que circularon por redes sociales son de otras entidades, o de ocasiones pasadas –las ocasiones futuras no existen sino en potencia, pensará el aristotélico y escolástico Tarango, mientras no se conviertan en acto–. En otras palabras, se necesitan auténticas desgracias para encarar la circunstancia. Todo sea por no tocar a la élite oligárquica inmobiliaria de la ciudad, a la que tanto debe el actual gobierno de la comuna. 

No descarto que algún malévolo haya publicado fotos de otras latitudes, pero somos miles y miles de chihuahuenses los que vimos y sufrimos el vendaval, y precisamente lo escuchamos a él por la radio justamente en los momentos de la tormenta, comprobando de bulto que está muy mal parado en el puesto que ocupa. 

El fondo es encarar el problema que tenemos enfrente sin el maquillaje y la cirugía plástica que, así lo creen, engalana la Presidencia municipal. 

A Tarango habría que darle las gracias por sus buenos cuentos, que no tan sólo producen visiones ilusorias y dislocadas, sino que pretenden transportarnos a un mundo que supuestamente no existe, pero que se nos atraviesa, no como aquella nube de piedra sobre la que escribió Julio Cortázar y que un día se descargó, con consecuencias letales, sobre un lugareño.

En otras palabras, Tarango y su jefa esperan que algún día lluevan piedras.