No obstante que Marcelo Ebrard regresó de rodillas ante Claudia Sheinbaum, ahora se quiere hacer el indispensable en materia de política exterior mexicana. Es una vieja argucia para mostrarse en la perspectiva de que le vuelvan a dar empleo en el futuro gobierno.

Lo peculiar del caso, y grave a la vez, es que en una entrevista con los medios, prácticamente da por establecido que Donald Trump regresará a la Presidencia de Estados Unidos.

Cuando Marcelo fue canciller, fue testigo –y lo informó– de cómo se dobló al gobierno de López Obrador en el problema migratorio. Fue Trump el que lo dijo y lo sigue presumiendo ahora que ganó el llamado “Súper Martes”, que lo ubica en la ruta a un nuevo ejercicio presidencial, porque si una cosa no se puede negar es que ese siniestro político tiene fuerza y augura malos tiempos para México y el planeta.

Marcelo Ebrard, descuidando algo esencial, no se refiere nunca a que en los Estados Unidos, más allá del ancestral bipartidismo, hay toda una corriente de pensamiento democrático de larga tradición, que en todo caso debiera ser con quien hay que trabar interlocución y no convertirse en inútil profeta.

Pero así son las cosas, el excanciller busca colocarse, y hay que decirlo, no tan sólo con MORENA, sino hasta con la oposición al oficialismo.