En México, según la consagrada expresión del escritor Edmundo Valadés, la muerte tiene permiso. Ese permiso era para la gente ordinaria y no para los políticos y poderosos, y hasta hace muy poco estaba proscrita para los candidatos en campaña.

A partir del crimen de Colosio en 1994, ese permiso se extendió con las décadas. Como telón de fondo hay que afirmar que el gran déficit de la Cuatroté es precisamente la seguridad pública. Poco de fondo se toca en los discursos importantes, pero ahí está.

Ayer asomó su rostro siniestro en una comunidad de Celaya, Guanajuato, entidad gobernada por el PAN, donde fue abatida a tiros la candidata de MORENA a la alcaldía de esa ciudad, Gisela Gaytán Gutiérrez, junto con el aspirante del mismo partido a la primera regiduría de ese ayuntamiento, Adrián Guerrero.

Tiene pertinencia señalar que Gaytán Gutiérrez alcanzó la candidatura no sin resistencias al interior de su propio partido. Pero lo más importante es que el fuego homicida se está presentando en contra de candidatos y políticos de diversas expresiones partidarias y en múltiples regiones del país. Quizás se está escribiendo una perversa tendencia que ya es nota alarmante en los intensos meses venideros. Eso habla de una descomposición muy grave de la política.

En su momento, el líder de la CTM, Fidel Velázquez, advirtió que el PRI había llegado al poder a balazos, y que sólo a balazos se iba a ir. La frase resultaba cínica, pero algo tenía que ver con la política. Ahora la tragedia es que el crimen organizado, la violencia, la delincuencia política, pueden recurrir a las armas para enturbiar la vida del país, en particular el proceso electoral actual sembrando la escena pública de cadáveres.

Precisamente como ahora con el doble homicidio de los candidatos de MORENA en Guanajuato.