Frágil, y sobre todo aparente, es la relación entre la gobernadora Campos Galván y Carlos Loera de la Rosa, la cara de AMLO en la entidad. Un día aparentan apapacharse, y otro por debajo de la mesa, las patadas a la orden del día. Como es público, ambos contendieron por la gubernatura del estado y luego del regreso burocrático a la nómina de Loera de la Rosa, se olvidó de todas sus afirmaciones y hasta subió de tono su cariño, elogiando a su contrincante hasta el grado de parecer en algunas ocasiones su perrito faldero.

Ahora, teniendo como telón de fondo la etapa final de la revocación de mandato de AMLO, aparece Loera como beligerante y expresa sus discrepancias con la política de seguridad en el estado, donde se le acusa déficit al federal, lo que redundó en una agresiva respuesta que no va más allá de pretender convencer a los ciudadanos de que la federación hace la mejor parte, aunque antes el faccioso secretario de Gobernación vino a presumir coordinación con el estado.

Sea lo que sea, ya es tiempo de que entiendan que la violencia e inseguridad que domina parte del territorio chihuahuense, no la va a entender la población por la afirmación de un régimen de competencia, que lo hay, pero no para servir de excusa para no dar resultados.