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En una entrevista concedida en 2014 a un diario digital de la ciudad de Chihuahua, justo un año después de que fuera nombrada secretaria de la Contraloría del Estado, Liz Aguilera afirmaba: “La política implementada por el gobernador César Duarte ha permitido avanzar en cuanto a la rendición de cuentas se refiere y pese a que existen algunas deficiencias, se puede decir que el estado tiene servidores públicos honestos”. Dos años después de su ascenso y paso por la oficina encargada de atrapar a los servidores públicos corruptos, hoy podemos concluir que su desempeño no sólo es mediocre sino cómplice.

A pesar de su juventud (y de su promedio escolar casi perfecto, de no ser por la supuesta inflexión del histórico catedrático de Derecho, Jorge Maspúlez, su maestro), a Liz Aguilera le persigue la sombra de su propia historia como servidora pública –acaso la historia pública de su sombra–, y para muestra basta el ejemplo, todo un paradigma, de que como Contralora no supo, o no quiso, o estuvo obligada, a no ventilar los trapos sucios de la administración duartista, especialmente los que se acicalan en la secretaria de Hacienda, a donde Jaime Herrera, accionista y representante de Unión Progreso, llegó cuatro meses antes a ocupar ese cargo público por invitación del cacique mayor, su socio.

Liz Aguilera no sólo no ha encontrado “irregularidades” dentro de los servidores públicos del gobierno estatal, sino que hasta se ha vuelto colega de causas comunes, claro está, como candidata a diputada del PRI por el sexto distrito (léase chapulineo en la jerga de habla hispana) al lado de Carlos Hermosillo, aspirante del distrito 9, con sede en Parral y uno de los tres funcionarios acusados de corrupción política en la denuncia penal apoyada por Unión Ciudadana desde el pasado 23 de septiembre.

A estas alturas, a Liz Aguilera García (lástima de apellido), aquello de “ser cauta a la hora de manejar información” relacionada con la Contraloría, ya no tiene el encanto de la duda razonable y, en cambio, por sus propias palabras, las de encendido discurso se han vuelto cenizas que sólo el voto duro y desinformado le llevará nuevamente a una curul, porque de otra manera no se podría explicar que dejara pasar la tropelías de Duarte, Herrera y Hermosillo luego de haber afirmado, tras su nombramiento como Contralora, que “eran cerca de sesenta los funcionarios investigados” por la dependencia a su cargo y que éstos “pudieron incurrir en alguna responsabilidad”.

“Las investigaciones –dijo entonces– serán dadas a conocer en su momento pero la Contraloría todavía está imposibilitada para decir detalles, pues la Ley de Transparencia y Acceso a la Información se lo prohíbe hasta que se tenga una resolución firme”. Pero Liz no cumplió. Al menos en el caso de Herrera y Hermosillo, hoy su par en la ruta hacia una diputación federal. En lugar de eso, algunas columnas políticas le soban el ego afirmando que “Liz Aguilera está lista para salir a hacer campaña en el sexto distrito con toda la estructura, equipo de logística y un proyecto bien definido. No podía ser de otra manera, pues es una profesionista inteligente, capaz y con una capacidad de organización grande. Sus tres líneas de trabajo irán enfocadas al empleo, la seguridad y el combate a la corrupción”.

Insisto, lástima de apellido, de candidata… y de columnistas.