La comparecencia de funcionarios públicos ante el Congreso del Estado es un ejercicio absolutamente inútil que nos quieren vender como si viviéramos en un régimen parlamentario. Para empezar por alguna parte, a la sociedad le tiene sin cuidado si van o no van, entre otras razones porque cuando asisten simplemente se trata de escenografías a modo, preguntas prefabricadas y absoluta carencia de crítica y cuestionamientos que realmente generen información para la sociedad. 

Así sea el funcionario que sea, incluido el titular del Ejecutivo, nada se mueve con estos ejercicios. 

Pero menos con la trayectoria que ha tenido para este legislatura, caracterizada por las prácticas más bochornosas y el entreguismo al gobernador. A tal grado llega esto que ni los mismos diputados asisten en número significativo. Y es que, corruptos como Gustavo Elizondo Aguilar, o cooptados como Víctor Quintana Silveyra, son funcionarios que no están en el ojo público, sino para cosas de otro orden: Elizondo para vigilarle las manos y Quintana para escuchar las estadísticas en las que poco o nada tiene que ver su hacer.