Todos tienen los ojos puestos en la elección presidencial de 2024, y en particular la atención en el adelantado proceso interno de MORENA para decidir su candidatura, facultad que se arroga el presidente de la república, más allá de toda la parafernalia que rodea este asunto.

Con esto quiero decir que se olvida que en varias partes de la república se elegirán gobernadores, legislaturas locales, alcaldías, y muy importante, la elección del Congreso general, es decir senadores y diputados federales.

Como se conduce esto hasta ahora, se causa una lesión muy fuerte a la construcción democrática, porque se van decantando los alineamientos conforme las candidaturas internas en competencia, por una parte; y por otra, se abandona lo inmediato al ciudadano, como lo es la elección de las autoridades locales, que están en mayor cercanía con la vida ordinaria y cotidiana de la población.

Si a esto agregamos la ausencia de una oposición fuerte y la incultura política que priva en el oficialismo, ya se puede pronosticar que habrá confrontaciones y conflictos que van a ir sofocando el ánimo y el entusiasmo ciudadano por la participación.

Viene a propósito, por ejemplo, que la importante elección del Estado de México, en la que resultó ganadora Delfina Gómez, hubo un 51% de ausencia en las urnas del cuerpo ciudadano registrado en el padrón. Cierto que el abstencionismo es un mal endémico, pero no deja de ser grave la muestra que apunto, dado el carácter estratégico de esa entidad, que es la más importante, electoralmente hablando, del país.

Aquí en Chihuahua, MORENA más que todo es una marca, en términos mercadológicos. Una marca que hoy por hoy vende bien y todos quieren portarla para sentirse vencedores.

Pero a esto hay que agregar que no serán las designaciones locales placenteros días de campo, y su ejemplo más notorio, patético y reciente está en Ciudad Juárez, la mayor población en el estado y estratégicamente dentro de las urbes que vertebrarán el resultado de 2024.

Las razones y las causas están a la vista. Hay una una enconada confrontación entre dos liderazgos regionales.

En un polo está el alcalde de esa ciudad fronteriza, el expanista, exemecista, duartista y hoy morenista, Cruz Pérez Cuéllar, quien buscará –no es un secreto para nadie– la reelección en la que se juega su ambición de brincar a la candidatura por el gobierno del estado en 2027 y por otro sexenio más.

En el otro polo encontramos a Juan Carlos Loera de la Rosa, que busca la alcaldía de Juárez, también, como plataforma para construir un segundo intento por la gubernatura en el mismo año.

Estamos en presencia de un conflicto modelado con una política de adversarios que se diseña a partir de medir el triunfo con base en la destrucción del otro. No hay medias tintas, no hay transacción posible. Se trata de una pugna al más puro estilo de las peleas de gallos, con la ordenanza de cerrar las puertas del palenque, porque uno de ellos será desplumado irremediablemente. Ambos portan navajas que, por malas que sean, pueden causar la muerte.

Este lenguaje no es una búsqueda simple de metáforas, habla de los odios reales que se están larvando y tarde o temprano van a aflorar. Incluso, como suele suceder cuando hay equilibrio de fuerzas, el resultado puede ser catastrófico para ambos, levantándose un tercero con la ansiada candidatura. Y ya sabemos que MORENA no discrimina, y ya hay un elenco de expriistas que no descartan convertirse en los salvadores de la situación.

Recordar esto tiene exclusivamente la finalidad de mostrar que el lema presidencial de “no somos iguales”, tiene muchas excepciones en la incultura política que prevalece en los niveles más bajos del reparto del poder.

La advertencia que se contiene en este texto no pretende ni redimir ni sugerir renovaciones políticas. Simplemente apunta a que el desaliento que estas pugnas acarrean, a quien perjudica es a la sociedad, que ve soslayadamente cómo sus problemas y necesidades dejan de atenderse porque la naciente clase política primero resuelve lo que tiene que ver con sus proyectos de poder.

No está de más señalar que en todo esto ya hay un daño. Se trata del mal uso que se le está dando a la figura de revocación de mandato promovido ante el IEE con fines de presión por causas no legítimas, más cuando se solicita a la vista de un proceso electoral que viene, que se traslaparía con la revocación misma, haciéndola inútil.

Al respecto habla claro que algunos de los promoventes de esta revocación ya se hayan retractado de la misma, y nos quedan a deber una explicación plausible.

Mientras no pongamos atención en estas elecciones menores, por decirlo de alguna manera, se convertirán en sucesos de mero trámite que se resolverán, siguiendo la suerte de lo principal. Por ejemplo, si llegase a ser candidato presidencial Adán Augusto López –dios guarde la hora– ya tendremos a la bella diputada Andrea Chávez para rato, quizás en la alcaldía juarense y apuntalándose hacia la gubernatura de Chihuahua. Y eso, aunque el supremo diga que son diferentes, no es sino más de lo mismo.