Puesto sobre la duela política, el síndico Miguel Riggs no alcanza a encestar la bola. De todos es sabido que no hace equipo en el Cabildo del que forma parte y que juega entre dos canchas, con poca habilidad y de manera burda, por cierto. Para los fines de valorar su desempeño, no está de más que tome un cursillo de derecho público en torno a su cargo, pues no comparte la idea de carecer de voto, lo que exhibe su poco entendimiento en una regla básica: el auditor debe estar distante del auditado, lo que él incumple al ser del mismo partido hegemónico en el municipio de Chihuahua. Pero no solo: también quiere votar actos que obligadamente va a revisar después, convirtiéndose en juez y parte. De ese tamaño es la incomprensión.

Después nos comunica a los que habitamos en este municipio que las sesiones del cabildo “son muy aburridas”, sin ir al fondo de lo que pretende, mariachis de por medio, alegrando el salón donde Benito Juárez tiene un asiento permanente. Hablar de aburrimiento quizás derive de lo que ahí se vive, pero nadie le prometió una vida alegre en el cargo y tampoco es para eso.

Finalmente, el síndico Riggs está jarioso porque quiere debatir, probablemente siguiendo los pasos de su maestro, pero aquí vale aquel dicho ranchero: “no puedes andas, y ya vas corres”. Realmente los que nos aburrimos somos los ciudadanos, que en este municipio no vemos nada de nada, si con ello se significa la sonrisa ya congelada y con líneas de expresión –que ni el botox corrige– en la cara de Maru Campos, y a este mozuelo del baloncesto deseoso de muchas cosas, salvo de ser síndico para lo que fue electo y con sobrados votos.