Jaime Ramón Herrera Corral es pieza clave en la corrupción que azotó al estado de Chihuahua durante la tiranía de César Duarte. Se trata del affaire Unión Progreso. No hablo de nada nuevo, es del dominio público que como secretario de Hacienda, durante el sexenio pasado, obedeció y orquestó -también en su beneficio- todas las decisiones que se tradujeron en él saqueó del erario de la entidad.

Herrera Corral está señalado desde la denuncia fundacional que inició la lucha cívica anticorrupción. Su nombre figura destacadamente en la averiguación previa que se sigue ante la PGR, y en la cual se ha defendido como gato boca arriba y ha logrado, en la instancia federal, que se le proporcione la información para su defensa y, en la local, que se le proteja inexplicablemente por el señor Corral. Cosas de la delación. Tarde que temprano, la justicia lo va alcanzar. Hoy se fía de sus protectores, mañana no tendrán empacho en defenestrarlo. Es el destino de los traidores.

Por eso digo que cuando la marcha gubernamental pase por ciudad Delicias, se le debe “intraditar”. Creo que hasta Tony Meléndez le cantaría, cambiando su cursi estilo, el Rock de la cárcel, con el que nos endulzó la juventud Elvis Presley a los que ahora andamos en los setenta.