El yoyo Ricardo Monreal
La reforma que México necesita es la reforma del poder. Se habla de muchas otras agendas pero a esta se le rodea, se le elude, se le soslaya. Mientras se continue por la senda que hace de un mandatario un “mandamás”, de raigambre caciquil, precolombino, colonial y “revolucionario”, no le irá bien a México.
Los empoderados, sean regidores del más humilde municipio o presidente de la república, pierden el piso rápidamente y se consideran que están en las alturas, que ya no son iguales; en fin, asumen ínfulas que luego la realidad se encarga de bajar, pero el daño queda hecho.
Esto viene a colación de la reciente promoción que hace el senador Ricardo Monreal de su propia persona, apuntándose para candidato a presidente de la república para suceder la cada vez más trágica Presidencia del hombre de Mascuspana.
Sin tapujos y menos con rubor, se autoproclama como “el mejor”, el que se encuentra en el cenit de su vida para sacrificarse por la patria. Pero no sólo eso, promete ser el más capacitado para continuar la senda abierta por la Cuatroté.
Su idioma es: yo, yo, yo y siempre yo.
Pero en el pecado lleva la penitencia. En la historia del país, quienes se rebelan contra el supremo, cuando el supremo es el supremo, suelen pasar malos días.
Monreal es ególatra, su mensaje no deja lugar a dudas, pero también abyecto al hacer la declaración de fe que hoy necesita para derrotar a sus contrincantes, y sabe que alabando a López Obrador, así sea sutilmente, adquiere armas para llegar a lo que tanto ambiciona.
En realidad no me extraña, viene de la escuela del PRI y conoce muy bien el manualito.
Y que el poder siempre sirva a la casta de los de arriba.
Qué desgracia.