Columna

El mundo feliz del panismo al estilo Bonilla-Maru

Un Marco Bonilla sonriente delante de una patrulla monstruosamente impecable y un discurso de dotación hipertecnológica anunciando la “tercera fase” de la Plataforma Escudo Chihuahua (PECUU III) es algo que puede explicarse desde la perspectiva propuesta por Aldous Huxely acerca del optimismo al estilo Coca-Cola.

En Un mundo feliz, una de las grandes novelas del siglo XX, que para algunos supera por su visión incluso a 1984, de George Orwell, la hipótesis a futuro es que la tecnología estaría al servicio de la política y se enfocaría al problema de la felicidad, a la idea de lograr que la gente ame su servidumbre por sobre todas las cosas.

Contrario al pesimismo de Orwell en 1984, Huxley propone que la forma en que la clase dominante ejercería el control sería mediante la experiencia enervante de la autotrascendencia, que el control ya no sería de forma autoritaria y vigilante, sino a través de una “soma” integral hallada en las drogas, el alcohol, la televisión, la música, el sexo, y que la llamada “estabilidad social”, objetivo de los poderosos, se encontraría en mecanismos de control más sutiles e invisibles.

Pero el alcalde de Chihuahua no lo sabe. O lo sabe demasiado bien. El caso es que aparecer en primera plana con una sonrisa de satisfacción que envidiaría cualquier político exento de violencia (como falsamente cree él mismo) y con un cabezal que reza “Repelen con PECUU el efecto cucaracha” es, cuando menos, un insulto, no sólo para la inteligencia de los chihuahuenses, sino para la sensibilidad de los parientes y cercanos a las víctimas del pasado jueves en Ciudad Juarez, por mencionar el caso más reciente.

Marco Bonilla sonríe y presenta, al lado del comisario Julio Salas, su Escudo Chihuahua, como si en la ciudad no hubiera delincuencia. Tan sólo el mismo “jueves negro” se registraron acá al menos dos jóvenes acribillados en su propio domicilio. Pero ellos no cuentan para el alcalde.

Bonilla sonríe porque las cucarachas, según sus sueños guajiros, no penetran la ciudad. Se sube en el mismo tren que aborda su gobernadora, Maru Campos, que, según su deseo, esas alimañas están repelidas aquí. Por eso van y provocan el caos, la violencia, el crimen, y el derramamiento de sangre en otras localidades. Pero, ¡Uf, qué bueno que así sea!, revela la sonrisa del alcalde, cuya cabecita apenas le sirve para embadurnarse un tarro de gomina y creer que sólo con tanta tecnología va a “blindar” la ciudad.

Así decía una y otra vez Maru Campos en sus tiempos de alcaldesa, pero lo que vimos con el famoso PECUU es que siempre ha sido más poroso que un queso gruyere.

Y es en los medios privados, en los periódicos como El Heraldo y El Diario, que siguen viviendo del erario de manera condicionada, donde se cuece esa narrativa feliz.

En lugar de contarnos críticamente la historia completa de la realidad, le construyen al ciudadano el mundo feliz del que habla Huxley. Y es el mundo que, con dinero, les dictan los gobiernos panistas de Chihuahua para contrarrestar la presión social que se desató el fin de semana en las redes sociales para mantener, por un lado, un optimismo de aparador, mientras que, por otro, la violencia y la inconformidad social acapara los aparatos móviles que aquellos no pueden controlar.