Se queman los bosques y se queman las ciudades. Los primeros por el descuido, ya crónico, de las autoridades, que poco o nada les interesa el recurso forestal con sus graves consecuencias en materia ambiental.

Las ciudades, por el calor de la delincuencia, la ya tradicional incuria y por la falta de profesionalismo de las policías, de lo cual es ejemplo Gilberto Loya, secretario de Seguridad Pública en el gabinete maruquista.

Mi comentario de este fin de semana tiene que ver con esta última circunstancia. Del lado oficial, dicen que ya extinguieron la banda de José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, en la región de Urique. Y ahora han puesto de moda a la banda que, se dice, dirigía “El Chapo Calín”, un perfecto desconocido hace 72 horas.

En ambos casos rige la máxima de que nadie sabe, nadie supo. En realidad, en esta materia lo que rifa es el boletín oficial, porque ya hasta las declaraciones se evitan para no contradecirse entre los altos burócratas ligados a la agenda de seguridad.

Preguntas tales como ¿en Guachochi fue una limpieza policiaca y militar, o una burda razia?, ¿fue un enfrentamiento entre delincuentes?, ¿murió gente inocente que no alcanzó a desplazarse?, ¿regresará la paz a esa parte de la sierra en la que, con matices, se presumía por los propios vecinos de que había una relativa tranquilidad?

De esto nadie da cuenta. No se sabe a ciencia cierta qué pasó. Lo que sí se canta por todos lados, es que el gobierno de María Eugenia Campos Galván, se arroga la muerte de delincuentes como si fueran un triunfo y un trofeo a su gobierno.

A falta de qué presumir en seguridad pública, esta es la moneda corriente en los medios afines al maruquismo.