El agua maldita de Cantinflas Ochoa
Puesto a escoger, me quedo con la opinión del Colegio de Ingenieros en torno a las aguas que anegan el túnel de la calle Independencia. La forma incoherente en que replica a este gremio el funcionario público lo pinta de cuerpo entero como una persona ajena, por su carencia de conocimientos técnicos, a la problemática del agua y su saneamiento, cuenta habida de que es un empresario diagonal político que llegó a donde está como premio de consolación a su fracaso para alcanzar la presidencia municipal de Chihuahua. En política y para la pasada elección tampoco supo cómo medirle el agua a las cosas como para no percatarse de que Balleza es primero y todo lo demás contó para hacer de Javier Garfio el alcalde ujier del cacique mayor en Chihuahua. Pero eso es otra cosa.
Son incoherentes las palabras de Ochoa Millán: de una parte le parecen muy “aceleradas” las valoraciones de los ingenieros que advierten fugas y a la vez reconoce que las tuberías del Centro Histórico ya son bastante viejas y por tanto susceptibles de no contener los fluidos hídricos, y al mismo tiempo sostiene lo contrario.
A eso se le llama cantinflear, sin lograr humor alguno, ni siquiera ese de origen involuntario en el que fue maestro Juan Orol. Y ya más recientemente emplear la retórica de la Chimoltrufia: como digo una cosa digo la otra. Y luego viene la desmesura mayor: que no se trata de agua potable, que no pertenece a la Junta de Aguas y que tampoco hay fugas (¿?). Uno se pregunta con elemental lógica fincada en la gravedad universal, ¿de dónde caen estas aguas?, ¿es que de pronto hay un manantial que brotó de entre el hormigón?, sobre todo si nos hacemos cargo, conforme a la lógica formal, que antes no había las fugas de ahora, que luego vino una obra que por su volumen afectó el entorno y luego brotó el agua –¿por qué será?– que a decir de Ochoa, por no contener cloro no está en el control de su dependencia, y casi casi se ve tentado a decir que no existe o que su existencia es metafísica, lo que es igual a aquel falaz silogismo que afirmaba que al no estar el caballo de Juan Charrasqueado afuera de la cantina, Juan Charrasqueado no estaba en la cantina, aunque luego no tuvo tiempo de montar en su caballo cuando una bala atravesó su corazón. A Ochoa Millán sólo le faltó decir que en lugar de Moisés, el bíblico Adán, ahora en exilio, hizo brotar agua de la roca.
Por todas estas e innumerables razones, insisto, puesto a escoger entre los ingenieros y Maurilio, me quedó con los ingenieros. Con este, en todo caso, sí sería aventurado arriesgarse a un debate en torno a la comercialización de despensas al gobierno, y no se diga sobre la redondez de los huevos.