No es una novedad que el Estado Mayor Presidencial (un organismo de élite a disposición directa e inmediata del presidente de la república) cometa abusos y exabruptos. Con motivo de la visita reciente de Enrique Peña Nieto a Guachochi, los diputados locales sufrieron las inclemencias del talante de los militares del EMP, sufrieron en carne propia lo que padecen las personas y los periodistas que en los últimos años sufren del desprecio al ingresar al Congreso, al pretender ingresar a una reunión de comisiones y no se diga al recinto del Pleno. Es muestra de cómo se conciben a sí mismos los hombres del poder, en este caso el inaccesible a intocable presidente de la república, que se vale de todo un cuerpo de militares adiestrados para su custodia y a veces, prácticamente, para su secuestro. Esto último no en términos lesivos para el Ejecutivo, sino para poner el gran muro que lo haga inalcancable por el común de los ciudadanos que, como es lógico, buscan el acceso para plantear algún problema o simplemente saludar.
Los diputados que capitanea Rodrigo De la Rosa fueron objeto de estas vejaciones: tener que implorar para pasar a ocupar un asiento en el evento presidencial, verse en la circunstancia de carecer del gafete o distintivo para poder estar en ese lugar, ver cómo se les obstruye el paso, tener que exhibir la charola (por cierto, muy devaluada) y a la hora de la hora darse cuenta que no sirve para maldita la cosa. Lo usual en estos casos.
Lo que resultó toda una novedad se divide en dos aspectos: en primer lugar que hasta la dependencia de Comunicación Social local también los haya denostado, pues fueron los encargados de levantarlos de sus asientos porque eran preferentes quién sabe para quien. En segundo, el regaño que se llevan de César Duarte que preciso les dijo: “requieren orden y llegar a tiempo”. En otras palabras, que a pesar de la inmunidad parlamentaria, la dignidad que se supone hay en un legislador, dependen de la disciplina, del enfado o desenfado que se sirvan dispensar, para bien o para mal, los del EMP y hasta, en este caso, los segundones de Comunicación Social.
Sufrieron en carne propia lo que muchos otros que no están en estas nomenklaturas padecen cada vez que pretenden acercarse a un alto funcionario, visitar una oficina con jerarquía o ingresar al palacio de gobierno. Moraleja: nos vayas a donde no te invitan, y la más popular, pa’ que vean lo que se siente.
cosas de la vida, en la cd. de Mexico reunidos en el senado para exigir sus derechos, y en Chihuahua dizque para «recibir» a peña