Dos eslabones débiles de una cadena destartalada en la administración corralista son César Augusto Peniche y Óscar Aparicio Avendaño. Con argumentos nulos se les mantiene en sus cargos a pesar del fracaso que caracteriza su historial al paso por los cargos que ocupan. Por eso son clientes frecuentes de esta columna, porque como suele decirse, no es nada personal.

A pesar de provenir la denuncia de un falsario y psiquiátricamente megalómano Marcelo González Tachiquín, se debe investigar lo que dice en contra del fiscal del estado, ya que este no tiene una hoja de servicios limpia. Es un hombre hecho en los sótanos de la extinta PGR, con todo lo que ello significa. 

No tiene Peniche más aval que el de Alejandra De la Vega y su visión parroquial de Ciudad Juárez. Pero, por ser ella, vale aquello de que donde manda capitán, no gobierna marinero, y Corral piensa que es real la peregrina idea de que el consorte de la señora De la Vega le ayudará a cabildear en las oficinas de Trump los ascensos que busca en la política nacional. Pamplinas.

Por lo pronto, en esto de la lucha contra la corrupción, que ya produjo la mayúscula mentira de un fondo recuperado para satisfacer a los que menos tienen –verborrea corralista de la filantropía–, Chihuahua está como Jesús en el Calvario: entre Dimas y Gestas.