Supongamos, para dar números cerrados, que nominalmente gana entre suelo y compensación 180 mil pesos mensuales. El común de los mortales debe conjeturar sobre esta cantidad porque cuadrarla en el Presupuesto está más difícil que traducir algún manuscrito budista del siglo V de nuestra era. A partir de aquí Corral quiere, en un recurso retórico y archipopulista, ganar una confianza ya irrecuperable a estas alturas.

La Constitución prohíbe a los funcionarios públicos carecer de un estipendio, pero aún así presentarse ante los chihuahuenses como el que gana 90 mil pesos es de todos modos una muestra de las inequidades que hay entre los asalariados, por referirme a un sector, y los que detentan cargos públicos y se hacen de ingresos de manera abusiva. 

Corral ha vivido del Presupuesto desde 1992 de manera ininterrumpida. Primero como diputado local, luego dos veces diputado federal, otras tantas senador, y ahora gobernador, es decir, casi tres décadas, abonándole el tiempo en el que fue líder partidario también con ingresos importantes. Casi treinta años, equivalente a la mitad del promedio de vida de millones de mexicanos. 

Pero deje usted la cantidad de los 90 mil pesos. Tan pronto están en cualquiera de esos cargos, se les abren las puertas a vehículos oficiales, celulares, viajes en avión, helicópteros, vuelos internacionales, restaurantes, bares, partidos de futbol. Tienen sus cocinas especiales para desayunar, comer y cenar. También gozan de seguros médicos de gastos mayores. En realidad todo lo que ganan pasa íntegramente a su patrimonio, porque no gastan en nada, absolutamente, y todo lo sufraga el Presupuesto público.

Así que presumir ese acto de filantropía no es otra cosa que un desplante de hipocresía, y en otra óptica hasta de tacañería. Pero hay un dato más que pudo haberle dado sustancia a esa medida: Corral desafió a López Obrador poniéndose un sueldo superior al presidente de la república, y si ahora al menos hubiera reconocido su error, algún dividendo sacaría de su desplante demagógico. 

En el fondo está el cómo dimensionan, en este caso los panistas, el reclutamiento de los administradores. Como los traen por lo general de la Iniciativa Privada, es frecuente tomar como referencia lo que ganaban en su antiguo trabajo e igualarlo contra el erario público, poroso de por sí para dádivas. Así que aquello de la medianía republicana de la que habló Juárez no hay absolutamente nada. 

El servicio público debe reclutarse entre gente con esa vocación, no con la de lucro empresarial con la que se conducen los panistas. 

Pero este problema no vino solo. Luego están en la nómina los amigos, los parientes, los recomendados y los becarios del tipo de Gustavo Madero, que fue el coordinador del gabinete disquera para lograr sinergias que nunca llegaron.