Columna

Cambios en el gabinete: el inútil reciclaje

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Tanto cambio a lo largo de poco más de cuatro años en la administración pública (este concepto lo empleo aunque es inaplicable por la rusticidad del equipo duartista) denota un profundo desorden, lo que niega los tan llevados y traídos primeros lugares, inexplicables si constantemente se quita a unos para poner a otros, lo que denota escasa continuidad y experiencia en el asunto de la cosa pública. En todo caso, este primer lugar por cambios y recambios, es otro baldón para el estado. Veamos estos comentarios:

En la etapa de más aguda crisis de desorden urbano Jaime Enriquez, recién nombrado director de Vialidad y Tránsito, fue entrevistado por una estación radiofónica para que explicara los motivos de la tardanza en la obra de muy ingrata memoria. Entonces dijo que al presentar el proyecto ejecutivo ante el banco financiador, ahí se enteró que tenía una deficiencia el trazo de las líneas, ya que no habían tomado en cuenta que pasarían por el puente del Chuviscar, sito en la avenida Universidad, y había necesidad de recalcularlo todo porque había que ensanchar dicho puente. En otras palabras, el recién designado para esta área ni siquiera sabía de la existencia del que durante mucho tiempo, casi un siglo, fue el único puente de esta población, aparte del construido por el ferrocarril en la era porfiriana. Alguien que no conoce esto, a la hora de presentar un proyecto ejecutivo de la envergadura del Vivebús, no tiene la más mínima capacidad para ocupar el cargo que recién le ha conferido el cacique Duarte.

Este mandamás tiene delirio por aparecer ante las cámaras tomándole la protesta a sus nuevos funcionarios de nombramiento, no importa que a la hora de hacerlo abra nuevos huecos, probablemente para armar nuevos escenarios con hombres o mujeres protestando cumplir y hacer cumplir las leyes constitucionales que, como sabemos, en Chihuahua importan un soberano bledo. Al culiatornillado –así llamaba Renato Leduc a los burócratas empedernidos– Ricardo Yáñez, lo mandaron de casamentero. La señora Gordillo, de la cual depende, sigue extendiendo su influencia desde el penal donde está recluida. Finalmente en estos cambios segundones, la presencia de Servando Portillo, por el enésimo enroque en la Secretaría Particular, habla de la soledad en la que se mueve Duarte. Al parecer ya no tiene ni con quién platicar y vivirá al día con la escasísima anécdota que proviene de haber medrado algún tiempo en las filas de la Liga de Comunidades Agrarias llamada CNC, ramal del PRI para controlar al campesinado mexicano. Faltaba más, si hasta el mismo Duarte presume de campesino.

A Fomento Social llega José Luis García del que Duarte ni siquiera sabe su nombre real, según se advirtió al momento de la presentación. Aborda una secretaría sin la más mínima experiencia en el ramo; pero eso poco importa, él es como la Puerta de Alcalá: ahí está. Se trata de las cosas simples.

Finalmente, Raymundo Romero fue removido del cargo que en realidad jamás debió haber ocupado. Salvo en un gobierno como el de Duarte se explican estas cosas. De él ya no me ocuparé, únicamente si vuelve a ser tocado por la gracia de su señor, en algún momento de gravedad de este barco duartista que se hunde y que hoy navega en el más turbulento mar y desde luego sin capitán alguno. Lo sustituyó Mario Trevizo, alguna vez diputado y presidente estatal del PRI, si mal no recuerdo, en la más negra época del patriciato. Se desempeñaba con el novísimo y flamante cargo de titular de la Consejería Jurídica, a través de la cual se orquestó la práctica extinción de la división de poderes, sin la cual no hay Constitución, al convertir al Congreso del Estado en una intendencia del cacicazgo y al Poder Judicial en una simple agencia para vender magistraturas y sentencias, en aquellos casos que se satisfacían los intereses del jefe Duarte. Las primeras declaraciones de Trevizo son más que elocuentes del desbarajuste que ya no podrá corregir ni aún armado de la mejor voluntad: lo mismo habla de ingresos, que corresponden a Hacienda, que del Vivebús, materia de Transporte, y de la articulación de un gabinete en época de vacas flacas y deserciones. Bueno, cómo andarán las cosas que hasta habla de dialogar con los actores políticos, cuando ya los zanjones son irremediables, particularmente al interior del PRI, al que ningún gobernador había golpeado tanto en tan poco tiempo. Siguiendo la vieja línea de la picaresca, Trevizo ya se presta a culpar al que se fue, el bienido Raymundo Romero, de los grandes males del estado, sin darse cuenta que este garlito ya no sirve.

Justo en el momento de su nombramiento, ha cometido el dislate de hablar de las “dictaduras de las minorías”, precisamente al abordar el tema del matrimonio igualitario y, si por las vísperas los días, va a continuar en la línea de la demencia duartista de ver a la disidencia, la oposición real, la insurgencia cívica contra la corrupción, como cosa de unos cuantos y en contra de Chihuahua, porque para estas gentes disentir de Duarte es estar contra Chihuahua. Así enloquecen los dictadores a los que no tienen ningún inconveniente en servir personas como Trevizo, que no se hacen cargo del gran demérito en que incurren, producto de la empleomanía. El exdirector de la Facultad de Derecho me recuerda al constitucionalista del que se servía el dictador dominicano, Leónidas Trujillo, según la magnífica novela de Mario Vargas Llosa, La fiesta del Chivo.

Pero en todo esto Duarte, a su usanza, ni la burla perdonó: dijo, ya con voz menos grave pero falsamente solemne, que estos cambios son para transitar a lo largo del “año de la justicia”. ¡Pero, qué barbaridad!