Brecht, su tiempo y el nuestro
Bertolt Brecht fue un dramaturgo alemán, nacido en Baviera, que exploró la poesía y otras formas de arte. También fue un militante político comunista y muy influyente durante la primera mitad del siglo XX. Vivió y combatió el ascenso del nazismo, padeció la Segunda Guerra Mundial, y luego de esta quedó, como muchos otros, en la Alemania del Este, que de nombre se hacía llamar “Democrática”, pero que realmente estuvo muy lejos de serlo.
Brecht dejó una obra perdurable y es una figura que más allá de su adhesión informal en favor del comunismo, hizo muchos aportes que aún continúan vigentes porque fortalecen la lucha antifascista, que es ejemplar a emular en estos tiempos de autoritarismo y de pretensiones imperialistas, a la cabeza de las cuales se ha colocado Donadal Trump y otros líderes mundiales que ahora no viene al caso mencionar.
Recuerdo que aquí en México, a principios de la década de los setenta, hubo un grupo que adoptó el nombre de “Brecht”, que publicó un periódico y conjuntó a diversas figuras –hombres y mujeres– que se dedicaban a la pintura, al teatro, al cine, y particularmente a la política en favor de los obreros del país. El aliento brechtiano partía de una piedra angular: el compromiso con la verdad.
Sé que este es un problema sumamente complejo, más en estos tiempos que se habla de la posverdad como una autorización para mentir, engañar y dar prioridad a lo que se percibe de manera inducida por quienes ejercen el poder y dominan a los medios de comunicación, que prácticamente los tienen a su servicio.
De aquellos tiempos quiero recordar ahora una pequeña obra de Brecht, denominada Cinco dificultades para quien escribe la verdad, publicada por una editorial desconocida que se llamó .x. (punto por punto). No digo que se convirtió en una biblia de quienes hacíamos periodismo en aquellos años, pero sí en una inspiración que a mi juicio se mantiene viva.
Esta obra abría con esta idea:
“Quien hoy pretende combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, debe superar, cuando menos, cinco dificultades. Debe tener el valor de escribir la verdad, aunque en todas partes la sofoquen; la sagacidad de reconocerla, aunque en todas partes la desfiguren; el arte de hacerla manejable como arma; el juicio de escoger aquellos en cuyas manos resultará más eficaz; y la maña de propagarla entre estos.
Tales dificultades son grandes para quienes escriben bajo el fascismo, pero existen también para los desterrados o prófugos y son válidas hasta para los que escriben en los países de la democracia burguesa”.
Cada uno de estos puntos los desarrolla Brecht con cierto detalle, fundamentalmente pensando en el totalitarismo fascista, en donde la “verdad” estaba en la cabeza y capricho del führer, duce o caudillo, pero también en el primer secretario del partido, aunque el autor no lo mencione como tal.
No faltará quien piense que esto está pasado de moda o perdió vigencia, pero creo que no es justa esa conclusión por la simple observación de los tiempos que estamos viviendo y los que vendrán, a manos de quienes tratarán de imponer una sola versión sobre la realidad, e impedirán que otros se expresen con libertad y se adhieran a verdades diferentes, de las que imponen los líderes “iluminados”, que sólo aparentemente están lejos pero ya están aquí y además tienen a su servicio a un ejército de clérigos laicos.
Brecht murió relativamente joven, en 1956, y no alcanzó a ver la caída del Muro de Berlín.