A Marco Bonilla, alcalde del municipio de Chihuahua, le gusta aparecer en las redes sociales como su actividad primordial. Él quiere marcar una línea a partir de la máxima de que “ser es percibido”. Pero no se da cuenta de que en la comunidad que administra ya se le tomó la medida completa a su estilo de gobernar: elitismo, baches, inseguridad y promesas a granel, como si la gente viviera simple y llanamente del futuro y no del aquí y ahora.

Tan ridícula es su imagen que ya hasta el tonito de hablar de la gobernadora le quiere imitar, y no se diga el empleo de un logo con una letra “M” que lo mismo significa “municipio”, “Maru” o “Marco”.

Esto es, sin duda, una muestra de facciosidad con pretensiones electorales. Si algo no hay en esta práctica, es ética, palabra que no se les cae de la boca a los panistas, aunque les sea ajena.

En ese afán de aparecer por todos lados, ayer inauguró (léase cortó el listón) la tienda Oxxo número 500 de la ciudad. Su afán es quedar bien con la empresa Femsa, que patrocina a la ultraderecha, de la que forma parte el partido en el poder local.

El infaltable discurso es que la tienda Oxxo 500 se coloca como una muestra de la competitividad, confianza y seguridad pública que hace posible la instalación y expansión de esta franquicia, que dicho sea de paso, no es ninguna panacea para quienes participan como gerentes, supervisores o dueños.

Lo bizarro aquí es que se presenta a Oxxo casi casi como si fuera una creación del actual gobierno municipal, al igual que lo hace la gobernadora con Mercado Libre.

Oxxo, con prácticas monopólicas, se tradujo en la aniquilación de las famosas tienditas de la esquina, de esas que ni por asomo le interesan al alcalde. Al romper el moño de la nueva tienda Oxxo, ofende a un sinfín de abarroteros tradicionales, por los cuales la Cámara Nacional de Comercio en Pequeño debiera salir en defensa.

Pero todo sea por inaugurar algo, aunque ese algo no tenga nada qué ver con el municipio.