Arturo Herrera vino a Chihuahua. Es el segundo secretario de Hacienda de López Obrador y próximo gobernador del Banco de México, en un hecho más de concentración y poder en una sola persona. 

Vino a tomarse la foto al lado de una administración quinquenal que se encuentra exhalando los estertores de la muerte, es decir, el final de un gobierno ruinoso que pasará en la historia como de los peores calificados de los últimos decenios. 

Hipócritas, se pusieron camisas rarámuris de esas que el populismo a puesto de moda, comieron burritos y se convirtieron, así sea de manera efímera, en miembros del club de los elogios mutuos, de ese club en el que se pactan medallas bajo el lema de “tú me pones una y yo te pongo otra”. 

Herrera dijo que mantenía su compromiso de apoyo al gobierno corralista. Y entonces cabe la pregunta: ¿cuál?, si ya se acabó. Todo esto en medio de exaltaciones a un gobierno que aquí se sabe fracasado. Bueno, el secretario hasta dijo que AMLO reconoce la labor de Corral, y eso que son diferentes. 

Pero de plano donde se sembró fue cuando elogió el manejo de la deuda, que las revistas especializadas catalogan de diversa manera que desmienten las palabras del secretario que también fenece. En fin, elogios arrojados al viento y, sobre todo, ya para qué.