Perdió Armando Cabada Alvídrez, el “independiente” que ocupa actualmente la alcaldía del más importante municipio del estado de Chihuahua: el fronterizo Juárez. Por un magro número de votos, los ciudadanos juarenses le dieron la espalda, beneficiando con el sufragio mayoritario a Javier González Mocken, de MORENA y priísta de ayer, hoy y mañana. El ganador tiene una biografía que lo caracteriza, en el pasado inmediato, por su cambio de piel: fue duartista como el que más y suplente del gris personaje con el que César Duarte pretendió prolongar su poderío valiéndose del títere Enrique Serrano, caracterizado, a su vez, por su arrogancia y comportamiento despótico. Pero el resultado electoral, que probablemente se impugne y llegue a tribunales, favorece a González Mocken, al parecer de manera irrevocable, y hay que respetarlo, lo decidió el soberano. La derrota de Cabada, causante de regocijo en la entidad y no se diga en Ciudad Juárez, deja varias lecciones. La primera, y quizá más importante, es que no basta adosarse el epíteto de “independiente” para serlo. Ese fue el ropaje con el que se vistió en 2016 y con el que ganó en un momento excepcional, por eso he dicho que fue un hombre producto de las circunstancias y nada más, y que los que lo pusieron ahora lo quitaron, es decir, el juego de poderes al interior del carcomido PRI. Pero si la vestimenta le ayudó para hacerse de la alcaldía, su comportamiento erosionó velozmente su figura: fue evidente que llegó con hambre de riqueza que se nutre del puesto público; proyectó negocios con los que quizo hacer fortuna, transpiraba por todos sus poros soberbia y despotismo, agrediendo a hombres viejos que jamás se arredraron ante sus amenazas. Le bastó que fuera desnudo, como el rey del cuento El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen, para que lo conocieran a plenitud y lo detestaran. Siempre bienpeinado, se creía hecho a mano, ocultando inútilmente sus relaciones oscuras, que pronto cobraron existencia cívica en la conciencia de miles de juarenses. Se creyó un junior de Silvio Berlusconi y consideró al canal televisivo como sustituto del partido político y los ciudadanos libres; asumió como dictadura infalible la del micrófono y la pantalla chica. Ahí tiene sus resultados: Juárez se apresta a despedirlo, cancelando de paso, y esto es muy importante, sus ímpetus para convertirse en futuro candidato a gobernador para extender su poderío a todo el estado de Chihuahua a partir de 2021. Hoy está de luto, disfrutando un poco más de dos meses de poder limitado. Carga en sus espaldas un interregno con muchas espinas. Ciudad Juárez en muy poco tiempo se ha transformado. Hoy tiene una nueva configuración electoral: el PAN, antaño todo poderoso, ocupó un bochornoso lugar en la figura demeritada de Ramón Galindo Noriega, de largo historial político en materia de cargos: diputado local, alcalde y senador entre otras posiciones. De la candidata del PRI ni qué decir, creyó que proponiéndole a Juárez la futura constitución de estado federativo iba a tener el preciado resultado que hoy llora en privado. Los juarenses no han olvidado ni a Duarte ni a Serrano, por tanto tampoco a las adefésicas figuras del tipo de Adriana Terrazas, abanderada del aún tricolor. En los tiempos de la Revolución francesa, al pie de la guillotina, se votaba: “le mort”. El pasado primero de julio, afortunadamente sin guillotina, los ciudadanos de Juárez le dijeron a Cabada: “le mort”.