Pasarán los años, se acabará la vida propia, y una constante en la historia de la infamia es la descalificación permanente que El Heraldo de Chihuahua realiza en mi contra. Debo decir en su descargo que me habían dado unas vacaciones más o menos largas, pero ahora que he presentado mi aspirantía independiente para llegar a la candidatura de gobernador, vuelven a la carga. 

Cuestionan, sin demostrar nada, el carácter mismo de esa independencia. Dicen, cualquier cosa que eso signifique, que tengo una vida resuelta y que no tengo nada qué perder. Refieren una actividad lúdica de “hacerle al candidato” y ponen como ejemplo que no haya obtenido una cuenta bancaria. 

Es la vieja historia: denostar antes que informar. Pero en el inventario de vida yo los tengo perfectamente colocados en su lugar y además advierto que aunque son parte del engranaje del poder autoritario, no será de ese periódico del que me ocupe, porque los propios pasos los encamino en otra dirección, difícil, a contracorriente y quizá sin metas logrables, visualizadas desde el más burdo utilitarismo.

Si por una “vida resuelta” se refieren a mi edad, en la que el retiro es la característica, yo simplemente me comparo con El Heraldo: con mis compañeros doy una batalla necesaria e imprescindible; en cambio ese medio se “tabloidiza” y cada vez se hace más pequeño, a pesar de las canonjías del corralismo; además, por este lado aspiramos a metas altas.

El Heraldo de Chihuahua es un periódico que antes de ocuparse de mis actividades, como lo hace, debiera explicar cómo es que un exdirector de ese mismo medio, para obtener impunidad, tuvo que regresar la nada despreciable cantidad de 10 millones de pesos que le dio César Horacio Duarte. Eso sí sería relevante en la columna “Ráfagas” que también describe a ese periodismo organizado que ha sido una traba para el desarrollo del país y de Chihuahua.