El ataque que se presentó en el aeropuerto de Ciudad Juárez la noche del miércoles pasado, representa sin más una reveladora instantánea de lo que pasa con la seguridad en el país y en el estado. Una mujer murió probablemente de la conmoción que le causó la balacera en un lugar estratégico como lo es un aeropuerto; ella simboliza el gran estrés, zozobra e infarto que se cierne sobre la sociedad entera.
A su vez el edil de Ahumada, Juan de Dios Valle Camacho, al parecer blanco del ataque, simboliza esa confusión entre autoridad y delincuencia, que crea vacíos en las instituciones que lo suple precisamente la delincuencia organizada.
Por otro lado, está la ambigüedad de los Peniches y los Aparicios, que ya se adelantaron al catalogar el homicidio del hijo del edil asesinado en Sinaloa, Uriel Valle Badillo, a decir del móvil oficial del crimen. Pero, como siempre, no saben quién pudiera estar moviendo las armas exterminatorias. Aquí este par de inútiles simbolizan la ineficiencia extrema.
Así tenemos un triángulo en el que en unos de sus picos están los inocentes que nada deben, pero los alcanza la muerte. En el otro, la mezcla de política y delito, y en el restante, los encargados de procurar justicia y perseguir delitos que viven en la molicie, la simulación y la impudicia.
Nunca sociedad alguna puede resolver en favor de la ciudadanía la seguridad de vidas y bienes cuando los extremos apuntados son la moneda corriente.
Mientras tanto, Javier Corral continúa su concurso de oratoria y tiene aparcadas las patrullas –no es figura literaria– en la Plaza del Ángel.