Hacia su tercer informe de gobierno –cualquier cosa que esto signifique–, Javier Corral y su novísimo comunicador han lanzado una estrategia basada en dos frases, igualmente insípidas: que en Chihuahua son más los buenos (¿alguien lo había puesto en duda?) y que el panista no está solo. 

La mediocridad, la crisis de frivolidad y la conducta errática de este gobierno se exhibe en ambas divisas. Pero dejemos la primera de las afirmaciones para centrarnos en la segunda. En efecto, Corral no está solo, está acompañado de golfistas, de asistentes a las vendimias de Vallina, de amigos becarios en la Ciudad de México, de burócratas proverbialmente grises e inútiles, de diputados obedientes pero inservibles y de una caterva de magistrados y jueces impuestos que pasaron a ser los malos de la película judicial. 

En efecto, no está solo. Un día decidió divorciarse de la sociedad y sus ciudadanos. Probablemente pensó que después de él vendría el diluvio; pero ni para subirse al arca ha tenido gracia. Hay de soledades a soledades, y a esta que se presume podríamos contestar: ya chole.