Todas las y los profesionales de la medicina, doctores, doctoras, enfermeras, enfermeros, paramédicos, encargados de ambulancias, todos los que trabajen en hospitales, en fin, sin dejar a nadie fuera, merecen el mayor de los respetos, máxime en tiempos de crisis como los que se viven actualmente. Tienen dignidad y eso significa que no son sustituibles por no tener precio como las cosas materiales comunes. 

Ha corrido la mala noticia, que fluye a través de los medios de información, de agresiones aquí y allá a los trabajadores de la salud con motivo de la pandemia. Es inadmisible que eso suceda y se debe comprender que ese personal esencial está en la primera línea de combate, para emplear un término de naturaleza militar que no me gusta mucho, salvo porque expresa bien el sentir y la comprensión del problema.

De mis tiempos cuando fui maestro de historia de la filosofía recuerdo el gran papel que los historiadores le reconocieron a los médicos de la antigüedad, no nada más por lo que corresponde a la incipiente medicina de muchos siglos atrás de la era cristiana, sino también por sus contribuciones al desarrollo de la ciencia, el propio cultivo de la filosofía y el combate frontal a la superchería. La deuda con ellos es enorme.

Se me vienen a la mente las brillantes páginas de uno de los mejores historiadores del pensamiento griego, Theodor Gomperz, que para subrayar la importancia de los médicos recordó La Iliada (Canto XI, 5:14) y cito: “Un sólo erudito en medicina equivale en verdad a muchos otros hombres”. Recientes y autorizadas traducciones lo dicen de manera más sintética: “Un hombre que es médico vale por muchos otros…”. 

El recordar estos textos es sólo para decirle a mis lectores que si hace cerca de tres mil años se pensaba así y con motivos que surgían en la guerra, más validez tienen cuando los profesionales y trabajadores de la salud a que me refiero están en la primera línea haciendo lo que pueden por la recuperación de la salud de todos y a costa de la suya. 

Tómenlo en cuenta.