Ayer escuché en el informativo radiofónico Puntualizando, del gobierno corralista, una cápsula de Víctor Quintana Silveyra. Dice que por indicaciones del gobernador y por un deseo muy de él, está poniendo en ejecución –cualquier cosa que eso signifique– un programa público para que cualquier niño o niña que entre a territorio chihuahuense reciba la más alta atención jamás vista. Que incluso se sientan mejor que en su tierra de origen o en su casa. El fin es loable, a qué negar. 

Lo cuestionable es el tono rastrero, de jilguero, con el que se presenta una posible política pública que tiene sustento en los Derechos Humanos, la Constitución y los tratados internacionales sobre la niñez, en un deseo acendrado de su jefe y con un estilo superlativamente resbaloso. 

No me extraña la lambisconería.