Ni a Porfirio Díaz, ni al manco de Celaya se les ocurrió tal abuso: el ensayo reeleccionista, “calar” las respuestas posibles en contra para después caminar sobre carretera pavimentada. MORENA está detrás de este adefésico propósito al grito de “lo quiere la gente”. 

Todo parece indicar que las ambiciones personales y los proyectos políticos particulares se han impuesto en Baja California, pues hasta anoche, al cierre de las ediciones de varios medios de comunicación, se informaba que tres de los cinco municipios de esa entidad apoyaban la desmesura del gobernador electo de MORENA, Jaime Bonilla, de ampliar el periodo de dos años, por el que fue votado y electo, a cinco, que le aprobó oficiosamente el Congreso local, curiosamente de mayoría panista.

Fue una decisión que cimbró igualmente esta semana a México, en un contexto en que las críticas al nuevo régimen (no confundir con novedoso) nos devolvieron al pasado reciente de nuestro país en términos de jugadas políticas tan bizarras como aquella elección a mano alzada de “Juanito” en 2009, el pobre hombre que fue escogido casi al azar por el hoy presidente de la república en calidad de mientras, tras la anulación por parte del TRIFE de la elección de Clara Brugada como candidata del PRD a la entonces Delegación Iztapalapa de la Ciudad de México. Rafael Acosta, “Juanito”, fue electo y renunció horas después de haber tomado protesta para cederle el cargo a Brugada, mujer cercana a Andrés Manuel López Obrador. Hoy Brugada es alcaldesa de Iztapalapa, por segunda vez, mientras “Juanito” sale de “público” haciendo montón en programas de entretenimiento en TV Azteca.

Pero, la maniobra de Bonilla en Baja California, ¿a qué huele? Se podría decir que a lo mismo, pero no solo. Los candidatos de MORENA no deciden por sí mismos, y la actual presidenta de ese movimiento, Yeidckol Polevnski, tampoco. De modo que es dable ensayar el mal pensamiento, para ver si se acierta, de que esta maniobra de Bonilla bien puede tratarse de un experimento observable desde las alturas. Útil, si se logra, y aun desechable a tiempo, por si fracasa, sobre todo en la percepción púbica masiva, que es la que le interesa a ya saben quién. 

Hasta ahora, todo indica que Bonilla no iba solo en la decisión, y lo mismo podría pensarse de los legisladores de los varios partidos que votaron la decisión que metió en una encrucijada al actual gobernador panista, Kiko Vega, forzado legalmente a publicar la reforma que mandata la ampliación del periodo del morenista Bonilla. La relación de Vega y la mayoría legislativa de su partido puede ser objeto de estudio para otra ocasión.

Por ahora, es bueno recordar que los ánimos reeleccionistas han pasado por la mente de anteriores gobiernos, Miguel Alemán y con toda la sospecha actual, Luis Echeverría. A nivel particular –no podía ser de otro modo– muchos panistas en su momento se sobaron las manos con la idea de ampliar su permanencia en los cargos de elección popular, y en ese sentido hasta veían con buenos ojos el ejercicio –entonces teórico y retórico– del plebiscito que hoy desdeñan.

Los estados del norte han sido tomados con frecuencia como “laboratorios políticos” sobre acontecimientos cuyos procesos se reeditan a nivel cupular en la capital del país, sede nacional de todos los partidos y fuerzas políticas importantes. No sería descabellado, pues, considerar que ese ánimo reeleccionista tenga en Baja California su fuente de inspiración, en la región más transparente del aire. 

¿Y la Constitución histórica de México? Eso qué importa. No pasarán.