En Chihuahua vivimos una situación límite. Vamos para un cuarto de siglo padeciendo gobiernos que no están a la altura de las circunstancias y mucho menos de los intereses de las mayorías, más allá de los deslindes partidarios.

La clase política chihuahuense, en sus diversas expresiones, crea muchos más problemas de los que contribuyen a resolver y, en particular, el gobierno actual se caracteriza por una patología que ya es imposible remediar.

El ejemplo lo tenemos en el municipio de Cuauhtémoc, el tercero en importancia en el estado y que irradia a una vasta zona geográfica, es un ejemplo del fracaso absoluto de la política. Se trata del enfrentamiento pueril de dos orgullos, el rústico de Carlos Tena y el que se presume cosmopolita de Javier Corral. Así se deja sentir por muchos hechos que están en la conciencia de todos. 

En su momento se advirtieron las ansias caciquiles de Carlos Tena, sus desatinos, su nula percepción de la importancia del derecho público y la consecuente transgresión del mismo que se traduce en conductas delictivas y no hay “justicia” que pueda salvarlo. Técnicamente ha de llegar –me parece indiscutible– una sentencia condenatoria en su contra. No hay capacidad de maniobra. 

La maniobra sería que Corral, valiéndose de jueces o magistrados de consigna, diga que no ha pasado nada, con lo que aparentemente ganaría Tena, pero perderían todos los actores políticos involucrados en el caso. 

En otras palabras, el conflicto escaló a esa circunstancia en la que todos pierden: si absuelto, Tena gana y pierde Corral; si condenado Tena,  pierde Corral, y con ellos evidentemente perdemos todos por la vulneración al Estado de derecho. 

Tena, queriéndose dar un aire de sabiduría, afirmó recientemente: “Se vio a todas luces la situación que iban a vincular”, sin saber que los buenos políticos muestran su buena vista en la oscuridad, no a la luz del sol. Luego afirma: “No hemos hecho nada malo”, dando pábulo a comprobar de su analfabetismo. 

A Corral lo tentó la mano dura contra su antiguo amigo y se metió a un callejón sin salida porque, sea cual sea el colofón de este asunto, es de esos que se llaman “perder o perder”. 

Por eso y por la situación de ingobernabilidad, frivolidad y miseria que vivimos en Chihuahua, es conveniente que se pida al Senado de la República la desaparición de poderes, para que venga un gobierno provisional a sentar las bases de una nueva senda. 

Chihuahua ya no puede continuar así.