Al Consejero Jurídico del estado de Chihuahua, señor Mario Trevizo, se le quemaron los libros a la hora de explicar la corrupción política, obviamente la que se refiere a los estratos más bajos de la jerarquía burocrática. Nos habla de lo que todo mundo sabe, “la corrupción… es de ida y de vuelta”. En otras palabras, se limita a decir lo que es el ancestral cohecho, delito típico en el que ambos sentidos de la carretera es más que obvio. Sería mucho desear que abordara el tema de la corrupción en las proporciones que el cacicazgo local ha alcanzado, y que desde luego no se puede someter a encuesta pública que arroje datos concretos precisamente porque el lado gubernamental goza del beneficio posicional para armar la red de complicidades que, acompañada de la inveterada impunidad, hacen de esta corrupción algo de difícil comprobación. No estamos hablando del agente “mordelón” ni del ciudadano común y corriente que prefiere pagar 500 pesos antes que una estratosférica multa de 6 mil pesos por manejar su automóvil con unas copas de más, entre pecho y espalda. Imposible que entiendan que las multas altísimas, aparte de recaudatorias, son una arma en la libreta de los agentes para acrecentar la corrupción, pues cualquiera antes de ir a pagar 6 mil pesos opta, pongamos por caso, arreglarse con mil con el legendario tamarindo.

En el discurso del abogado Trevizo palpita la justificación del funcionario, casi casi se dice que éste no desviaría su conducta si no fuera por los oferentes dispuestos a dejarse morder para esquivar el tamaño de una multa, el pago de la grúa y corralón y consecuente desvalijamiento de automóviles, la pérdida de tiempo en las antesalas donde se pagan los gravámenes y todas las molestias que rodean estos desagradables eventos, más cuando son producto de agentes que se esconden a modo para sorprender, más que para prevenir y disuadir faltas a la ley de Tránsito. O sea que el ciudadano, aconsejado por la diabólica serpiente, siempre le está ofreciendo la manzana a la Eva de Kepí. Vaya forma de rodear que en esta corrupción que los sociólogos catalogan de blanca, el peor librado es precisamente el funcionario porque él ha protestado cumplir una ley, ha asumido un deber público y además se le paga; pero en todo caso, claro que hay corrupción de ida y vuelta, pero esto es elemental, como explicación única de todo un Consejero Jurídico.

Hay una abundante literatura sobre la corrupción política que se nota ausente del discurso oficial y por razones obvias. En especial hay un autor que clasifica la corrupción en colores: blanca, la muy extendida e injustificable como darle “para las chelas” al agente de Tránsito o policiaco; la negra, como el Fobraproa, que por sus magnitudes se convierten en terrible escándalo, como escándalo será cuando se sepa los tejes y manejes para hacer de Unión Progreso un banco; y la corrupción gris, que sin ser tan pequeña ni tan grande, se convierte en la más peligrosa de todas porque carcome a las sociedades democráticas: son las que están atrás del evento del Aeroshow, el tunelazo, el Vivebús y otros que cuando se descubren hablan del trasiego muy extendido de millones de pesos que se reparten entre el funcionario y su red de privados, llamados a sí mismos como prestadores de servicios. Muchos folders podrían documentar esta corrupción.

Trevizo parece decirnos: “hay agentes corruptos porque hay ciudadanos que ofrecen”. Y tiene razón, pero es elemental, mi querido Consejero. Mejor sería que anunciara mano dura contra el extendidísimo fenómeno del cohecho que significa para el ciudadano común y corriente librarse de una molestia y para el funcionariado toda una industria por sus portentosos ingresos, o sea, acabar con la “polla”. En esto el Consejero reacciona igual que los empresarios que critican la corrupción como si nada más estuviera en el gobierno, cuando ellos también están adentro con licitaciones arregladas de antemano y muy bien aceitaditas con el riguroso diezmo que, no obstante remitir a la palabra décimo, está por encima del que alguna vez cobró la cobrona iglesia. Una cosa sí me queda clara: ni todo el discurso de Trevizo ni sus magros argumentos salvarán a los agentes de Tránsito del mote bien ganado de “mordelones” y otros más castizos, sin olvidarnos nunca de la lamentable injuria que reciben las madres por el comportamiento de sus hijos.

 

De ahorcamientos: aprende, Duarte

De Irán llega la noticia: conforme a la legislación coránica y en especial la sharia, el ahorcamiento público es una pena para faltas graves como el homicidio. Aquí la pena de muerte, en la legislación vigente, prácticamente no existe, menos en su calidad de ejecución pública, y enhorabuena. Aunque en la calle el estado de los sicarios sí la empleen y de manera sumarísima. Traigo a cuento este asunto porque en Irán una madre salvó de la horca al asesino de su hijo. Ella se conformó con darle una bofetada a la vez que aseguró que no lo tenía por el criminal por el que las añejas leyes del islam estuvieron a punto de privarlo de la vida.

Aquí en cambio, el cacique mayor, César Duarte, suspira porque regresara el ahorcamiento como pena, según memorables y no olvidadas declaraciones al respecto. Y es que se piensa en el círculo del poder que las penas altas, drásticas y supuestamente contundentes, conducen a la mejor de las justicias. No es así, y ya tendremos tiempo –este es un pronóstico– de darnos cuenta plena con el desatino antihumanitario de la decretada prisión vitalicia; el augurio es que cuando entre en vigor el Código Penal Único se acabe este castigo y en beneficio de los reos se fije una pena más acorde con el pensamiento que inauguró Beccaria en los tiempos de la Ilustración y que aquí no se lee, no digo porque la sharia sea lectura obligada del cacicazgo, sino el ahorcamiento como medida arraigada desde el México colonial y que se fosilizó en las tradiciones ballezanas.

 

Hortensia Aragón: ser diputada y no estar

Seguramente que José Luis Armendáriz tenía empedrado el camino a la reelección. Una componenda más en el Congreso le garantizaba el tercer periodo que hace del reeleccionismo el pago con moneda falsa a servicios ofrendados al poder. Con los 22 votos que obtuvo en el Congreso local, alcanzó el cargo que pronto será impugnado por los quejosos que fueron convocados a un acto de simulación, como los ya muy acostumbrados y que el ICHITAIP atestiguó. Con el voto de Hortensia Aragón en contra, de haberlo ejercido, de todas maneras Armendáriz hubiera alcanzado las dos terceras partes de los diputados presentes en la sesión. Insisto, el camino estaba empedrado. La diputada Aragón simplemente lanzó el mensaje de que ella, con su ausencia, no ofende la consigna de quien la hizo diputada. Quizá en tiempos cuaresmales tomó el ejemplo de Poncio Pilatos y se lavó las manos. No podría ser de otra manera, si con los pies votó.