Columna

Juan Ramón Flores, el “educador”

Reza un refrán textilero que “está bueno el encaje, pero no tan ancho”. El próximo 3 de octubre se realizará un foro para consultar lo que puede ser, en el futuro gobierno federal, un acuerdo nacional sobre la educación. Con ese propósito la Universidad Autónoma de Chihuahua pretende escuchar voces y experiencias ligadas actualmente a la educación. Los pormenores los dio a conocer el rector Luis Alberto Fierro. La finalidad, se dice, es llegar a nutrir con información directa la situación de la educación en todo el país y así diseñar la política en esa importante área, y se supone que la UACh aportará su parte.

Hasta aquí, nada que no se haya hecho en el pasado. Es habitual que haya mil consultas, mil foros y al final los redactores y decisores hacen lo que les viene en gana.

Pero insisto, el encaje es bueno, pero no debe ser tan ancho que dé lugar a bochornosas circunstancias como la que paso a narrar. Por un ejercicio de cortesanía, habitual en la política mexicana, el representante del futuro Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma (priísta de raíces zedillistas, agente de los Salinas Pliego y por tanto de Elektra y Televisión Azteca), nombró a Juan Ramón Flores como su coordinador de asesores y con tal carácter aparece aquí al lado del rector Fierro convocando a la consulta mencionada.

Es un mensaje ominoso que regrese a Chihuahua Juan Ramón Flores después de haber sido el hombre de las confianzas de César Duarte Jáquez cuando fue diputado presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, de donde brincó a la gubernatura de Chihuahua con el apoyo de Emilio Gamboa Patrón y Beatriz Paredes. Juan Ramón Flores fue cómplice del duartismo, beneficiario del mismo. Se le recuerda durante mucho tiempo cuidando, literalmente, la espalda del tirano, al que sirvió para dos cosas muy puntuales: ejercer la censura del periodismo cuando ocupó la Dirección de Comunicación Social y distribuir el “chayote” de manera generosa o munificente. Huyó de la corte mas no de su vieja escuela, hecha de cortesanía y oficio de barbero; y ahora, con ropajes morenos, aparece entre nosotros como representante de la llamada “cuarta transformación”.

Los encajes, así sean de puntilla, calado y bolillo, no se admiten por su corrupto grosor en este caso. Tomen nota universitarios.