¿Quién puede dudar de la complicidad corrupta y corruptora del empresario Eugenio Baeza Fares con César Duarte? En el tablero del tirano, y también en el de Peña Nieto, estuvo Eugenio Baeza como una pieza local importante. Jugó hasta presentándose como un escritor al publicar un libro que, por supuesto, fue de encargo; recibió obsequiosas distinciones de alto nivel, se le permitió sustituir a Garfio –el pescadito ballezano– en la alcaldía por breve tiempo, suficiente para que paseara por la calle Victoria de Chihuahua escoltado con un piquete de metrallistas y luciendo vestuario negro, incluido los lentes, mostrando que es hombre de pelo en pecho. Hasta aquí nada que no tenga qué ver con los usos y costumbres que se exhibieron en la película “La dictadura perfecta”.

De lo demás, vale decir lo importante, nadie se hace cargo. Corral, al igual que con el resto de empresarios corruptos, no lo toca ni con un pelo de su gato Cali, y en el centro de la capital del estado está el más grande monumento a los desmanes que se pueden cometer contra una población. Empezando con el elefante blanco a medio construir en la esquina de Niños Héroes y continuando por toda la avenida, hacia el sur, hasta la calle 20 de Noviembre, donde se destruyeron negocios, se mal adoquinó plagando de baches ambas aceras, con alcantarillas abiertas, hoyos que dan a las tomas domiciliarias, sillería en destrucción, alambres de alta tensión regados por todos lados y la cuenta podría agrandarse, abarcando la adefésica Plaza del Mariachi, donde monopolizó el señor BAFAR permisos para la venta de alcohol. 

Hasta aquí nada que no se sepa en la derruida ciudad de Chihuahua, en su parte histórica. Lo que llama la atención es que los vecinos y transeúntes tengamos que padecer la incuria del gobierno municipal actual, que no hace una labor de remediación y prefieren convertirla en un monumento a lo mal hecho, para lucrar, aunque los dolientes sean los vecinos y visitantes de esta ciudad. 

Hubo un fideicomiso mediante el cual Duarte le entregó esta parte de la ciudad a Eugenio Baeza e incrementó su riqueza y la propia. Pagamos todos. Pero de eso nadie sabe nada, salvo que Baeza continúa paseándose en su Ferrari. Y que a Chihuahua se lo lleve el diablo. Él ya compró las indulgencias para llegar al cielo.