Pasando el tiempo, la palabra Vivebús se empleará como sinónimo de desorden, desgobierno, todo lo ajeno a la planeación, la improvisación absoluta, y como dice la gente, el desbarajuste total. No hubo como acto previo realizable en los dos primeros años del caciquismo actual un diseño para encarar el impacto del que se supone nuevo sistema de transporte con los trabajadores y sus corporaciones sindicales, componentes del corporativismo priísta. A tal grado llega esto que ahora nos enteramos que la CTM de Doroteo Zapata, desde el pasado 25 de agosto había emplazado a huelga a la CTC a través de su franquicia sindical denominada Sindicato de Trabajadores Operadores de Autotransporte, Conexos y Similares de Chihuahua “Fernando Amilpa”. Esto para la búsqueda de tener la titularidad de un contrato colectivo de trabajo, que a resumidas cuentas lo único que vendría a significar, o significa, es que Jorge Doroteo Zapata y una minúscula mafia que lo rodea se escudarían en una organización sindical llamada a continuar como grupo de presión al gobierno. Pero en esencia, para convertirlo en ariete para golpear los intereses de la colectividad que aspira a que la movilidad urbana se facilite a través de un servicio público que no tenga más interés que satisfacer a los miles y miles de usuarios que emplean el transporte para trasladarse a sus centros de actividad, fundamentalmente laboral, estudiantil, y comercial, entre otras.

 

Privilegios de familia

 

Doroteo Zapata tiene en ese sindicato dos cosas: su propio privilegio para acrecentar sus negocios, pues él, ese anquilosado charro sindical, es propietario en la realidad de camiones urbanos y se vale de su testaferro Filemón Rodríguez. Claro que esto lo sabía Duarte y su equipo de desgobierno, pero justo cuando estaban inaugurando el Vivebús nos ocultaron a todos que la CTC estaba emplazada a huelga, una huelga de maniobra en la que no hay intereses de trabajadores en defensa por parte de la central obrera que trafica con contratos colectivos a diestra y siniestra. Pero como la CTM es parte medular del PRI, por tanto es intocable, aparte de tener la dualidad de ser patrona y obrera, aunque esto último sólo de nombre.

 

No hubo una conciliación previa, para limar todos estos intereses y abrirle el mejor escenario al Vivebús. Duarte practica el implacable rigor lógico, muy propio de los políticos mexicanos y que se resume en la pintoresca frase de “ahí se va”. Piensa que son como las calabazas de Balleza, que se acomodan conforme la carreta avanza de hoyanco en hoyanco. Todo un desbarajuste, porque al iniciar el Vivebús llevaba ya las metástasis de un cáncer que está a punto de dañarlo de manera letal.

 

Y luego vienen los sindicatos de la CROC, otra central, también integrante del sector obrero del PRI, que a su vez emplaza a huelga a la CTC para estallarla el 15 de abril próximo. Ellos van, se supone, por los derechos de sus trabajadores agremiados. Y por si faltara poco, hasta la CNOP, otro cadáver corporativo recientemente transfundido con sangre peñanietista, quiere meter su cuchara. Aquí tenemos el fracaso provocado por la elemental desatención de cómo habría quedado el aspecto laboral y sindical con las modificaciones que se introdujeron con motivo de la inauguración del Vivebús. Insisto, todo un desbarajuste.

 

Ni entender ni resolver

 

Todo esto es así porque el que se supone gobernador jamás se ha sentado a disponer administrativamente lo que la circunstancia obligaba. Él como cacique manda y se pasea, lucha por sus aspiraciones y cobra, en nómina y corrupción, incumpliendo son sus deberes constitucionales. Realmente no tiene ni política ni moralmente sustento alguno para continuar en el cargo. Rodeado de funcionarios que no entienden el abecé de las cosas, lógico es que suceda así. Ni Raymundo Romero ni Guillermo Márquez nacieron para entender y resolver el volumen de problemas de la obra que emprendieron. Javier Garfio menos, que ahora, en esta coyuntura, ha reculado en su pretensión de construir una segunda ruta troncal. Este reculón lo explica con dos palabrejas: reingeniería (corregir el desastre) de la primera obra que dejó inconclusa y tirada y, sobre todo, politiquería, porque el año entrante, eminentemente electoral, no debe estar en ebullición para que el PRI opere sus decisiones para la renovación de poderes, en la perspectiva del 2015 y 2016, este último prodigioso porque despediremos a Duarte con regusto enorme, que ojalá y sobrevenga de manera anticipada.

 

Y qué decir del secretario del Trabajo, Fidel Pérez Romero. Su historia al frente de la dependencia se describe en términos rancheros como el que no saca un perro de una milpa. Menos un Vivebús en una ciudad de aproximadamente un millón de personas. Y es que él no es un funcionario neutral; a él, cuando los charros quieran (es decir, Doroteo Zapata), simple y llanamente lo quitan del lugar donde hasta clases de ética laboral le quiso dar a Chihuahua. Cosas verede Sancho.

 

Así las cosas: Vivebús = desbarajuste. La huelga con la que se amenaza, finalmente, puede ser una burda maniobra para que allá en la oscuridad los priístas se pongan de acuerdo; y cuando digo priísta quiero decir el cacique mayor con los jerarcas del sector obrero del PRI, con el que jamás se van a pelear, porque saben que cuando uno vulnera al otro, el PRI es el que pierde. Y siguiendo la conseja de Don Corleone, la familia está primero.