En un rincón de las Cartas al director de El Heraldo de Chihuahua, figura una misiva abierta (22/IX/2017) signada por el profesor jubilado Humberto Manuel Hernández Rocha. Se trata de una protesta por la liberación del homicida de la maestra Sonia Madrid, acaecida el 27 de septiembre de 2005, época de esplendor del poder de Elba Esther Gordillo y José Reyes Baeza, que brindaron protección a los autores intelectuales y materiales del crimen. Las instituciones de justicia de Chihuahua tienen una deuda con la sociedad por este deleznable crimen.

Bien hace el maestro al poner en la escena pública un crimen que permanece impune, así aparezca su acción como un reclamo aislado, en realidad una demostración de que la memoria está presente para mostrar agravios que acumulados, tarde que temprano, harán añicos un régimen en el que se protege a los criminales.

Resalta el profesor Hernández la forma de perpetrar el homicidio y la orfandad y dolor en que quedaron los parientes de la maestra. Se pregunta: ¿Dónde estamos los maestros y maestras?, ¿dónde está el secretario general de Comité Ejecutivo y sus demás miembros? ¿Dónde están los amigos y las amigas de Sonia que fue asesinada un 27 de septiembre de 2005? Estas interrogantes duelen y más debían doler a los destinatarios de las mismas, para traducirse en vergüenza que se levanta contra la injusticia.

Aquí hay un intocable: es Miguel Ramírez Sánchez, el “líder” que estaba al frente de la Sección 42 del SNTE. Ante el pleno del Congreso, el que esto escribe y en presencia del entonces gobernador José Reyes Baeza Terrazas levanté la voz para exigirle que ese grave delito no quedara impune. Palabras que nunca se escucharon y que reiteré –en su exigencia esencial– en un manojo de cartas que nunca tuvieron respuesta. La obediencia a la Gordillo estaba por encima de cualquier ley, de cualquier nivel. Por lo que se ve, a la postre, es una herida que no ha cerrado.

En diversas ocasiones denuncié cómo Miguel Ramírez Sánchez se pasea por Chihuahua como si no tuviera deudas pendientes con la justicia penal. A manera de recordatorio, digo ahora que se trata de un “charro” sindical que dirigió la Sección 42 del SNTE con sede aquí en Chihuahua y que está inodado en el homicidio de la maestra Sonia Madrid Bojórquez. No obstante que el reclamo de justicia prácticamente fue inmediato a la comisión del crimen, Ramírez fue protegido por instrucciones de Elba Esther Gordillo a José Reyes Baeza, entonces gobernador del estado; es mi intención reiterarlo machaconamente.

Al terminar el encargo en la 42, Ramírez fue protegido por los hermanos Moreira en Coahuila y el aparato sindical lo ha cobijado hasta ahora, que se ostenta con diversos cargos en la estructura vertical del SNTE, en cuya representación se supone ha caminado por diversas partes del país y donde se le reconoce como autor intelectual del referido crimen. En otras palabras: Elba Esther Gordillo se fue, pero aquí están sus descendientes, sus hijos que perpetúan su historia.

La importante pluma de Ricardo Raphael, al historiar la personalidad de Elba Esther Gordillo, le dedicó unas páginas, en su conocido libro, a este lamentable suceso. Con esta entrega, sumo la enésima denuncia del hecho. Una cosa es cierta: se podrán presumir reformas estructurales aquí y allá, pero mientras la impunidad reine, no habrá quién crea en un país de leyes. Se debe actuar antes de que prescriba la punibilidad del delito. Ramírez debe ser puesto a disposición de un juez para aplicarle todo el rigor de la ley.

Es lo justo, es lo que debiera acontecer si hubiera entre nosotros Estado de derecho.