Le estalla el escolta Escamilla a Corral en sus propios terrenos
De las alianzas incómodas que el gobernador Javier Corral estableció desde el inicio de su quinquenio, el celebrado con el exescolta de Patricio Martínez García, Juan Manuel Escamilla León, ya le tronó por lo más débil. Bastó una simple escaramuza con los reporteros de la fuente para que el militar estallará contra dos periodistas, una mujer y un hombre, insultando a la primera y amagando al segundo, justo en las instalaciones del Palacio de Gobierno.
Los detalles del incidente ocurrido ayer en realidad son lo de menos. Lo relevante está en la actitud asumida por Escamilla León, que está acostumbrado a amenazar a quienes se atreven a retar su autoridad y a dudar, en los hechos, de su profesionalismo como servidor público.
Nadie medianamente consciente del papel que como tal desempeña se atrevería a proferir amagos contra persona alguna, y mucho menos asumirlo como un asunto personal al desafiar a un reportero a un enfrentamiento “hombre a hombre”. En una democracia efectiva, esta sola actuación bastaría para que Escamilla quedara fuera de los servicios aprobados por Corral desde octubre pasado, aun cuando tuvo información del pelaje del susodicho que hizo de las suyas cuando fungió como jefe de escoltas del exgobernador priísta Patricio Martínez.
¿Quién es Juan Manuel “El Capi” Escamilla? En esta nota de El Heraldo de Chihuahua puede darse una idea de sus fechorías. Pero, en lo personal, debo decir que soy uno de los agraviados por el militar llamado a guardaespaldas de Corral Jurado en su etapa de guarura de Martínez García. En esa época no era discordante ver al facineroso de Patricio Martínez con Escamilla por detrás, dadas las circunstancias de oscuras actuaciones de ambos. Pero verlo como jefe de escoltas del panista Javier Corral eso llama, aun, poderosamente la atención.
Escamilla amenazó a diestra y siniestra a organizaciones que durante el mandato del priísta reclamaban justicia por los casos de las desapariciones de mujeres. Recuerdo, especialmente, aquellas en que se exigía respuesta del patricismo a los crímenes de mujeres localizadas en el llamado Campo Algodonero. Ahí padecí en carne propia los métodos represores de Escamilla y un dedo fracturado de una mano me lo recuerda siempre.
Lo mejor que puede hacer el gobernador del Nuevo Amanecer es retirar de su encargo a Escamilla y sustituirlo por alguien más profesional, que atienda verdaderamente la seguridad y no comprometa de manera visceral la imagen de su jefe.