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La escritora y poeta Gabriela Borunda rechazó el premio Chihuahuense Destacada en el campo de las letras que otorga anualmente el Congreso del Estado. Sus razones son contundentes: “Con las declaraciones del fiscal, con el asesinato de una jovencita de 13 años, se ve que hay poco interés en las mujeres. No sé entonces para qué es ese premio. Yo sólo pediré que regresen mis documentos, porque no es un premio que tiene una buena intención para apoyar a las mujeres. No es pertinente. No voy a ir por un premio y a poner la cara cuando las cosas están tan mal, cuando vemos lo complicado que es ser mujer, ser mamá y que son cosas invisibles, y recibir ese premio es hacer más invisibles esas cosas”.

Con esto, la sesión solemne que se programó a modo para ajustarla a la agenda del cacique local, pierde credibilidad. Bien por Gaby Borunda, es un ejemplo cívico a seguir, en particular por los intelectuales tan dados a regodearse en eventos de esta naturaleza.

 

El (nada) discreto encanto del chayote

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Otra vez Osvaldo Rodríguez Borunda dramatiza, hace publicar un estridente editorial en sus diarios bajo el título “Miente el alcalde, este medio no negocia”. Se refiere al alcalde juarense, Enrique Serrano Escobar. En realidad, en esta disputa vemos el pleito, dicho sin doblez, de dos prima donas. A cual más. Del político, qué decir: la soberbia, el autoritarismo y el engreimiento por su cercanía al cacique mayor, lo hace tener un tacto de elefante no sólo en este delicado asunto sino en muchos otros. Se trata de una mercancía poco vendible; y si fuera agua, muy poco potable. De Osvaldo está claro que acostumbra gritar para defenderse, al ladrón, al ladrón, para que no lo vean. Es autoevidente que sus periódicos, no de ahora sino de mucho tiempo atrás, han contado con el apalancamiento financiero de los sucesivos gobiernos priístas en la entidad, y si realmente quisiera tener credibilidad, él mismo debiera transparentar su contabilidad en el más amplio universo de transacciones registradas. Eso de andarse envolviendo en la dignidad absoluta le funcionó un tiempo, ahora no. Y es que las garzas envueltas en huevo suelen oler mal.

Mueve a risa que declare Osvaldo que es la primera vez en la historia de sus periódicos (presume la edad de 38 años) que “se ve obligado a manifestar que un alcalde está mintiendo”, insinuando de contrabando que los que hubo en ese lapso siempre se condujeron con la verdad o, hipótesis más plausible, que no hubo necesidad de hacerlo por motivos de conveniencias en las que los periódicos en cuestión llevaban muy en regla la recepción de sus beneficios con origen en el erario.

Una cosa sí es de destacar: cuando hay un cacique agreste, los tratos que realiza son tan burdos que si se dedicara a la costura haría más que evidente las puntadas en los visibles holanes de sus negocio. Aunque estoy contra la simulación que todo lo oculta, en este caso lo que quiero decir es que hay tan poca pericia que hasta el mercadeo de mutuos beneficios llega a la calle, exhibiendo su rostro deformado.

Sin duda que urge una reglamentación profunda de las relaciones medios-gobiernos de todos los niveles, pero es falso que el señor Osvaldo Rodríguez Borunda sea el adalid que se cree. Toda una historia lo persigue.

Ambos, Serrano y Rodríguez, están implicados en un maridaje de poder que le es infiel a la sociedad, a los contribuyentes, al erario. Por eso, y recordando al gran jefe Pluma Blanca, Renato Leduc, les recomiendo uno de sus poemas que termina con estas dos líneas: “…La vida es pues asunto de matices / no dramatices ya, mi amor, no dramatices…”.