Un sector ultraconservador pretende atrincherarse en el 5 de junio para explicar el triunfo de Acción Nacional en las elecciones pasadas. En realidad tal cosa se debiera tener como lo usual, como una pauta ya recorrida, pero ahora toma como telón de fondo la iniciativa de ley enviada al Congreso de la Unión por Enrique Peña Nieto para elevar a rango constitucional el matrimonio igualitario. La explicación es sencilla: el electorado se habría pronunciado en masa, derrotando al PRI y a su liderazgo encarnado en la Presidencia de la república. Se trata, ni más ni menos, que de una maniobra ideológica para realizar una lectura que no corresponde a la realidad. Si algún problema sacó a la calle a los electores, fue precisamente que el régimen de impunidad y corrupción terminó por hartar a los mexicanos como pocas veces en la historia del país. Querer encontrar la manida explicación homofóbica es, ni más ni menos, fortalecer la política del engaño, la sinrazón y la facciosidad, frecuentes en las políticas que impulsa la derecha recalcitrante.

Se puede decir que el matrimonio igualitario ya llegó para quedarse y que la iniciativa de Peña Nieto, emitida precisamente el Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia, no fue si no, a final de cuentas, una valiente decisión que entrañó, en la persona de Peña Nieto, actuar en favor del derecho y al margen de sus opiniones personales, vale decir, de la ética de la convicción. Anteceden a esto resoluciones importantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en congruencia con la orientación derechohumanista que llegó a la Constitución General de la república en 2011. Chihuahua ha puesto su semilla al respecto y varias parejas homosexuales han ganado amparos que obligaron al Registro Civil a celebrar las uniones porque de no hacerlo estaríamos en presencia de una práctica discriminatoria.

Esa derecha que hoy manipula a la opinión pública ya es tiempo de que se percate a dónde lleva la homofobia cuando se convierte en una enfermedad grave. Ahí están los sucesos dramáticos de Orlando, Florida, y perdido el dato de que México es, según estadísticas de la organización Letra S, publicados en La Jornada, el segundo país del mundo con crímenes homófobos; es decir, crímenes de odio. Se trata de una derecha clerical y cerrada que quiere imponer a todo mundo su propia visión. Tiene razón el escritor mexicano Ricardo Raphael cuando dice (palabras que suscribo): “El odio de la curia católica mexicana contra los homosexuales es cada día más repulsivo. Desafían los altos jerarcas de esta iglesia la misericordia y compasión predicadas desde el Vaticano, a la vez que envilecen con su participación la vida política del país”.