La candidatura de Javier Mendoza a la alcaldía de Nuevo Casas Grandes está incierta. Bien a bien, aún no se sabe si el trámite de su licencia en el Congreso del Estado se obsequió en tiempo, si el Congreso orquestó una dilación obstructiva, o de plano no se va a emitir, como un mecanismo de politiquería que estaría jugando en contra de los intereses de los neocasagrandenses, y quizá no sea elegible constitucionalmente.
Pero además, y esto es lo más importante, se trata de un político cómplice del duartismo al que ha servido los últimos seis años, guiado de la mano de Hortensia Aragón Castillo. En realidad, hay una maniobra para convertirlo en presidente con el favor del PRI, y en este caso de Serrano. Hagamos un poquito de historia. Se trata de un político que antes fue alcalde del viejo municipio de Casas Grandes, de donde brincó a la diputación local, siempre con el apoyo abierto o soterrado del duartismo, por lo que no la tiene fácil con la oposición que se pueda vertebrar a partir del PAN o MORENA.
Los últimos años, y como diputado, ha tenido un desempeño menos que gris, de donde desprendió los méritos para brincar al cargo que ahora busca. En realidad, Javier Mendoza es una especie de moneda falsa con la que se pretende pagar la alianza de facto del PRD con el PRI, pero esa moneda evidentemente está en el aire, y lo lógico es que la alcaldía pase a la oposición por una razón adicional: Duarte cobró venganza contra esta región, a consecuencia de la derrota que sufrió en 2010. El cacique ni perdona ni olvida cuando la gente no se le pone a los pies, y “castigó” al municipio de manera severa. Mendoza es uno de esos políticos sacrificables, y que como tal nunca pelea si no cae en una red de protección. Él simplemente después del 5 de junio regresaría a la curul que deshonra. Pero no pierdan de vista que lo más seguro es que es inelegible, por inadecuado e interesado trámite de su licencia, porque en el ajo está el caso de su suplente en el Congreso, Abelardo Armendáriz, que aspira a ser diputado.