A lo largo de los últimos años he afirmado y corroborado puntualmente que César Duarte es un mitómano compulsivo. En estos momentos hay dos hechos más que lo confirman. El primero tiene que ver con el Ejido Casas Grandes y el casi centenario conflicto que originó su constitución y el posterior poblamiento de Nuevo Casas Grandes. Duarte hizo publicar a ocho columnas que por fin se había llegado a una solución definitiva y concluyente; y hoy, también a ocho columnas, nos enteramos de la pifia, ya que la tramitación de un amparo ante la justicia federal ha echado por tierra la solución que tanto se cacaraqueó, como un engaño más en tiempos electorales.

Duarte en el ejido.
Duarte en el ejido.

Quiero dejar a salvo de esta crítica los intereses de los ejidatarios, sea cual sea la visión que tengan ellos del propio conflicto y los intereses que representen, y desde luego deseo que encuentren la solución que mejor convenga a esa añeja y olvidada comunidad por el duartismo, a consecuencia de su derrota electoral en 2010. Simplemente lo que quiero decir es que el cacicazgo duartista anuncia como logro lo que no se sostiene, aun cuando las palabras se escuchan en los tímpanos, en este caso, en la histórica región de nuestro estado.

La otra mentira tiene que ver con las penitenciarías de la entidad, pomposamente llamadas Centros de Readaptación Social o Ceresos. Resulta que están certificados por organizaciones de los Estados Unidos, que se gastó mucho en viajes, publicidad y discursos de alabanza al cacique, y en la realidad, al día de hoy, quienes trabajan en ellos se pusieron en paro de labores porque no se cumple con la satisfacción de sus derechos, producto de la relación laboral que los une al gobierno y que debiera ser de primera, precisamente porque el gobierno está obligado a cumplir la ley. La pregunta ronda por todas partes: Cómo puede estar certificado un Cereso si su gente es vulnerable y no se les paga aquello a lo que tienen ganado derecho, porque así lo dispone la ley, la justicia, que dicen respetar e incumplen los funcionarios de la tiranía.

En realidad, y a la vista de estas falsedades, ya le podríamos cantar a Duarte, alterando la letra de vieja canción: Voy muriendo ya de tus mentiras, que hizo famosa El Pirulí.