Hoy iniciaron las precampañas. Los candidatos –sin rivales al frente con quién confrontar ideas– buscarán el refrendo de sus partidos a la vista de una sociedad que sabe que los ciudadanos que ocupan las candidaturas ya están a la vista, que son como la Puerta de Alcalá: ahí están ya. El proceso inicia sin una izquierda partidaria con presencia real. El PRD, que en Chihuahua inició como un proyecto democrático, independiente y ciudadano, ha naufragado en el entreguismo al cacique y es abanderado por el despechado panista y auditor de Unión Progreso, Jaime Beltrán del Río. El exalcalde deliciense quería democracia en el PAN y se refugió en la decisión de unos cuantos que, dedicados a la intriga, prácticamente lo han rentado como sicario político. Dos partidos muy bienqueridos por López Obrador –Movimiento Ciudadano y Partido del Trabajo– y que se pudiera pensar que la han jugado por la izquierda, hoy se han decantado, el primero por otra especie de sicariato político en la persona de Cruz Pérez Cuéllar, antiguo jefe del panismo estatal; el segundo, el del patriarca Rubén Aguilar Jiménez, continúa en los negocios de la familia y sirve al PRI y a Enrique Serrano. Aunque en estricto rigor ambos partidos están en las antípodas de la izquierda, en el imaginario colectivo se les ubica erróneamente en ese segmento.

El Movimiento de Regeneración Nacional está encabezado por el compañero Javier Félix Muñoz; le otorgó esa investidura el líder nacional de MORENA en reciente visita al estado, pero aún se trata de un partido que está pagando el noviciado y pocos votos alcanzará en las urnas. De cualquier manera será lo más cercano a la expresión de una izquierda partidaria. Iremos observando paso a paso su desempeño.

El balance, para la izquierda organizada en partidos, es por tanto deficitario. La derecha, en cambio, ha salido por primera vez y de manera directa a la búsqueda del voto con liderazgos empresariales. Ya en varias ocasiones lo he afirmado: unas elecciones sin izquierda significan para la sociedad en general y en particular quienes menos tienen, la pérdida casi completa de una esperanza razonable en la contienda electoral. Hay quienes hablan de una izquierda social, pero hemos visto en el pasado que ese concepto es tan dúctil que muchos de sus integrantes hoy están en la nómina del gobierno.