Siempre me ha causado perplejidad el por qué ser charro sindical genera longevidad. Será porque jamás trabajaron en parte alguna. Murió Joaquín Gamboa Pascoe, secretario general de la CTM, abogado, servil al lobito Jesús Yurén en remotos tiempos, a Fidel Velázquez, a Leonardo La güera Rodríguez Alcaine y fue último dictador sindical miembro de la vieja guardia; sus 94 años lo ubican ahí, junto con los cargos que repetidamente ocupó en los sindicatos del Distrito Federal, en la Cámara de Diputados y en la de senadores, a la que era asiduo gozando de la cuota de la burocracia sindical consentida por el PRI.

Joaquín Gamboa Pascoe es el típico líder sindical desclasado, como lo es aquí en Chihuahua el que también se advierte como longevo, Jorge Doroteo Zapata. Jamás han formado parte de un gremio o han tenido un puesto laboral en la industria que sea, ni siquiera como sucedió con el legendario Mar De la Rosa, que participaba de la industria de la noche. Como desclasados es obvio pensar que jamás sirvieron a los intereses de sus representados. En realidad su ausencia no se extrañará, salvo por su familia. Deja atrás una herencia de daños inconmensurables y, para la historia queda que al igual que Mar De la Rosa, en el momento de mayor soberbia gangsteril en los sindicatos, tuvo que reconocer que el PRI, su PRI, era derrotable. No está de más decir que los doce años de presidencialismo panista se caracterizó por ser un charro azul, porque con el Estado jamás pelearon nada en favor de los obreros y trabajadores que sólo en teoría se supone defienden.

Joaquín Gamboa Pascoe: requiescat in pace.