La oferta del cacique César Duarte de crear mil orquestas en el estado, se decantó en una parodia –ese es el género que se exhibe– con la que se pretende beneficiar la presencia de Marcelo González Tachiquín, ahora aspirante a suceder a su jefe en una jugada de dos o tres bandas para lo que caiga.

Resulta que se aprovechó la música del Corrido de Chihuahua para presentar al exsecretario de Educación como un hombre que “nació pa’ ser rebelde”, envuelto en muchas vivas que se reparten al 50 por ciento en favor de Chihuahua y la otra mitad para el político de marras. Se pierde el sentido de la realidad cuando un hombre o una mujer, total y absolutamente acomodados a lo que dicte el sistema establecido, se autodenomina “rebelde”. Si leemos esta entrada en el diccionario de la Real Academia Española, tenemos que rebelde es un actor que se subleva u opone resistencia, por lo que habría que cuestionarse dónde ha hecho una de estas dos acciones, porque realmente se le ha visto en otra disposición, precisamente en favor de lo establecido, tanto en el sistema general como al interior de los cargos que el PRI le ha conferido. A menos que su rebeldía sea muy secreta.

Esto lo decimos derivándolo de un simple enfoque de un diccionario muy tradicionalista como el de la RAE. No quisiéramos hacer el ejercicio, por ejemplo, de analizar la rebeldía a la luz de la obra de Albert Camus porque entonces nada quedaría de Marcelo, haciéndonos cargo de que no importaría si viene de Delicias, si viene de Camargo, si es de Casas Grandes, de Juárez o Parral. Estamos en presencia de la miseria política y la ausencia de discurso.

¡Ah, mi tierra bendita! ¿O consagrada?