Esta columna se comunicará por escrito con Irina Bokova y Nuria Sanz, directora de la UNESCO en París y jefa de la oficina de ese organismo en México respectivamente, a efecto de cuestionar lo dicho aquí en Chihuahua por el señor Marcelo González Tachiquín en torno a las distinciones que el organismo de la ONU en materia de educación y cultura estaría otorgando al cacique César Duarte por su desempeño en ese rubro. Hay dos posibilidades: la primera, que pongo en duda, que el organismo internacional esté cometiendo un dislate por carecer de información de lo que pasa aquí, o que sea una más de las mentiras que maneja el duartismo en la operación de control de daños que se echa a cuestas ahora (ordenado por sus jefes centrales) y con miras a maquillar al priísmo para la elección de 2016.

En realidad, lo que afirma el gobierno en materia de educación no tiene sustento, porque ni hay cobertura universal en nivel superior ni se ha desterrado el analfabetismo, sobre todo el funcional, que exhibe a muchos jóvenes carentes de los conocimientos suficientes en ciencias básicas, matemáticas y gramática. Pero el caso es andar presumiendo lo que no existe, a través del adefesio del Plan Villa y sus cientos de orquestas que no se oyen por ninguna parte.

Por último, vale este cuestionamiento porque del más reciente resultado del viaje a París, fue el trasplante de cabello con que llegó la tatema del cacique.

 

 

César Duarte vs Miguel Salcido

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Duarte y Salcido. No hace mucho.

Pues era inevitable: se pelearon los compadres, y dicho sea sólo como una figura retórica, andan del chongo. A esta columna ha llegado la información y está en proceso de investigación pero es evidente que Salcido cayó de la gracia del cacique porque, siendo el gurú electoral del gobierno, no ha hecho la tarea de control al que todavía, carente de toda conexión con la realidad, cree tener Duarte sobre los procesos políticos por venir. En realidad, jamás se había visto en Chihuahua una ausencia de gobierno como la que se palpa en Chihuahua, no nada más entre dos poderes –no divididos por cierto en el caso del Ejecutivo y el Judicial– sino a todos los niveles de eso que por un simple eufemismo se puede llamar administración pública en el estado de Chihuahua. Por lo pronto, los compadres se han peleado y no pocas verdades van a brotar, máxime cuando se trata de dos politicastros como los que se han subido al ring de manera inesperada; inesperada porque Miguel Salcido tiene tan elástica la columna vertebral que se puede dar la vuelta por entre sus piernas para ver exactamente la parte de la espalda que se rasca cuando algún mosquito lo pica. ¡Vaya contorsionismo!

 

 

El Osculum duartista

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El ósculo infame en una miniatura de la Compendium maleficarum de Francesco Mario Aguada, 1608.

Es fácil escudriñar la coyuntura política chihuahuense desde la perspectiva electoral de 2016 en torno a las filias del duartismo por la precandidatura panista de Jaime Beltrán del Río, alcalde del municipio de Delicias. Ayer, y con las arcas públicas abiertas, compraron al expanista Miguel Jurado Contreras para Parral; después a Héctor Barraza y a Hortensia Aragón del PRD; y en esa tendencia es previsible que también a Jaime Beltrán del Río para descarrillar –si carril tiene– la opción panista. El alcalde y aspirante a gobernador, primero como auditor externo del Congreso del Estado en los tiempos de Patricio Martínez y luego como diputado ante la legislatura local anterior, no se distinguió precisamente por ejercer una práctica de exigencia en materia de rendición de cuentas, y no obstante ser alcalde de la cabecera donde tiene su asiento el escándalo Unión Progreso, no tan sólo no ha dicho nada al respecto, sino que ha bloqueado la creación de Unión Ciudadana, en clara consecuencia por el conflicto de intereses en el que caería, cuenta habida de que estos los tiene él precisamente en esa institución, plataforma de la corrupción de César Duarte, Jaime Herrera Corral y Carlos Hermosillo Arteaga.

El tema de la precandidatura escalará en conflicto abierto; ya el mismo Duarte se expresó en términos elogiosos de Beltrán del Río: “Es un hombre que se ha ganado el respeto”. Y cómo no, si por respeto se entiende actitud acomodaticia o francamente reconocimiento al bando que el alcalde tomó en la lucha ciudadana contra la corrupción y la impunidad. Por eso Duarte dice que no será él quien le vaya a dar el beso del diablo. ¡Cuidado!

¿Y cuidado por qué? Porque el beso del diablo, que en latín es Osculum Infame, no tan sólo es lo que se entiende en el argot priísta, como ir a quemarlo por su cercanía, sino algo más digno del Marqués de Sade: Es el nombre de un ritual atribuido a las brujas con el que expresaban su sumisión al Diablo. La expresión en latín significa “beso infame”, y consistía en besar el ano del Diablo, su “otra boca”. Según la creencia popular, con este beso el Diablo seducía a las brujas.