Hasta ahora, en la perspectiva chihuahuense de las elecciones generales de 2016, hemos escuchado, exclusivamente, proyectos de poder. Muchos se han apuntado en la carrera por la candidatura y, como es obvio, nos han dicho lo que quieren más no los para qués, que implica particularmente la ansiada titularidad del Poder Ejecutivo local. Si la enfermedad –casi endémica, y ahora con características de epidemia– está en el PRI, el resto de los partidos a mi juicio no se salvan de este reproche. En el PAN es evidente esta fiebre; en MORENA entra de contrabando para alimentar las ambiciones presidenciales de Andrés Manuel López Obrador, y en los demás están distribuidas las jugadas propias de los sótanos de la política por acomodarse con el carácter satelital o de apéndice, en la línea de continuidad del cacicazgo duartista. Movimiento Ciudadano, que lo mismo batea de zurda que de derecha, ya recoge los restos de la traición panista para apostarlos en cualquiera de los escenarios contra el Partido Acción Nacional y así beneficiar el proyecto que salga adelante en el PRI, el que sea.
El que se autopresenta como maestro de la política (hablo del cacique Duarte), no ha tenido la tradicional capacidad de los priístas de mantener discreta y en la concordia aparente el cúmulo de disputas y pataleos que se dan en el viejo partido, cuando se trata de alcanzar un alto cargo. En realidad, Duarte es media cuchara en el oficio, pero lo ven grande los enanos y los mediocres. La lista crece todos los días con aspirantes que en ocasiones verdaderamente dan lástima ajena, pero pesadumbre por el futuro de Chihuahua. En todo esto, la prensa juega al mercadeo con las apariencias: que si Héctor Murguía anda desaparecido; que si Marcelo grita ¡Viva (Duarte) Villa! en lugar de atender los problemas de la educación; que si Candichela aún tiene rastros de sus cirugías plásticas; que si Garfio se sembrará cabello en la frente, y la novedad del momento: que si Lilia Merodio ya obtuvo la luz verde de Emilio Gamboa Patrón para venir por la tierra norteña. Atrás de todo esto está la perpetuación de un esquema de dominación política bajo las siglas del PRI; es el más peligroso proyecto de poder que se cierne sobre los ciudadanos de Chihuahua que aspiran, como nunca, a vivir en una sociedad democrática, con tolerancia y sin la pugnacidad que llevó César Duarte a todos los rincones de Chihuahua, por sus actitudes antipáticas, soberbias, engreídas, arrogantes, corruptas, que han dado cuerpo a su rupestre autoritarismo, cuyo lema llegó bajo la pedestre divisa de que el poder es para poder.
Mención aparte, por el punto que antepuse, más no porque sea especial, merece Marco Adán Quezada. Hay que recordarle que la piedad, según la filosofía contemporánea, es una virtud bajo sospecha, de tal manera que propalarla como palanca de sus ambiciones políticas lejos está de hablar bien de su persona, porque al igual que todos sus compañeros él tiene un proyecto de poder sin para qué, pero ya muy visto, pues en Chihuahua se sabe –y se sabe bien– la forma en que ha gobernado la casa Baeza a la que él se acoge. Quienes sienten piedad por Marco por el tema del Aeroshow, debieran sentirla en primer lugar por las víctimas, particularmente por las que perdieron la vida, pero también a las que les quedará una secuela permanente; y después por el futuro de Chihuahua, pues esa piedad sirve a los fines de la permanencia del PRI en el poder y pienso que el reto es mandarlos de paseo. Insisto que Marco Adán tiene deudas con la justicia y que eso, más allá de los andamiajes legales, nunca obedecidos ni respetados, es su obstáculo mayor. Chihuahua no tiene por qué desgarrarse por una disputa que no corresponde a los anhelos generales de la sociedad.
La izquierda hoy se encuentra fragmentada. Parte de ella puede estar en los partidos y otra fuera de ellos, pero mientras no tenga un proyecto esencial para luchar aquí, no pasará de su presencia testimonial; eso, cuando llega alcanzar dicho nivel.
Entre tanto, los grandes empresarios, los dueños del pueblo, como suele llamárseles, reflexionan mucho para ver cómo se perpetúa el régimen de privilegios.
En el afán de procesar nuevas opciones, no se debe descartar un amplio frente democrático para marcar una nueva senda de recuperación de Chihuahua para los chihuahuenses. Está lejos el objetivo, más no es imposible. Para mí, en 2016 el PRI no debe pasar; pero este planteamiento sólo es el principio de un discurso que requiere mayor elaboración.