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Y creyó que estaba realizando un movimiento magistral de ajedrez. En realidad lo que realizó fue simplemente vadear la corriente constitucional que ya no se puede contener. A la hora de que debiera estarse votando el matrimonio igualitario en Chihuahua, la diputada Maru Campos nos viene con la propuesta de elevar a rango constitucional el matrimonio. Supone que ese rango le dice mucho a los mexicanos que saben que la Constitución se vilipendia de manera sistemática. Si tanto ama la Constitución, me pregunto, ¿por qué no la respeta?, más cuando el máximo órgano que la interpreta, que es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ya se pronunció de manera inequívoca e indubitable en este tema.

Pero el compromiso en esto no es ni con la Constitución ni con los derechos humanos, sino con quienes socavan ambos aspectos, en medio de un revanchismo ultramontano. Hasta podríamos hablar de un populismo ideológico de derecha con el que la diputada quiere quedar bien con su potencial electorado para alcanzar la Presidencia Municipal de Chihuahua, a cuya pretensión le dedica gran parte de su tiempo. Lo que hay que ver. Sólo le faltó recordarle a su amigo César Duarte que es un sinsentido legislar en materia de matrimonio igualitario estando debidamente “consagrado” el estado de Chihuahua. Mal van las cosas cuando los representantes no se dan cuenta de la pluralidad de la sociedad y que no son, propiamente, sus convicciones personales las que están en juego sino el de muchos que han optado por diversas cosmovisiones y culturas y que aspiran simplemente a tener un estatus legal en el que está ausente la discriminación. No se pide otra cosa que acceso al Registro Civil, pues las notarías parroquiales ya no valen desde los tiempos de Juárez.

¿Cuándo tendremos diputados que se hagan cargo de que los legisladores están sujetos a un mismo tiempo a tres determinantes: la Constitución, la ley y el Derecho?, ¿acaso vamos a tener un Congreso en el que las algaradas sean las que deciden, sólo porque así lo quiere la derecha y la clerigalla y sus nagualones? Volveremos sobre el tema…

 

Miguel Salcido: cuando crecen los enanos (da capo)

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Ante el alud de correos electrónicos y telefonemas pidiendo volver a publicar la columna de ayer respecto del magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia, Miguel Salcido Romero, la reproducimos nuevamente en este espacio, no sin cierto gusto:

Metidos de lleno en la futurología más barata de la que suelen vivir las columnejas periodísticas, ahora la clase política quiere imprimir a la deliberación pública la temática de la gubernatura por la que están dispuestos a sacrificarse no pocos. Bajo el lema de que “dos años son dos años”, están dispuestos a lo que sea aspirantes de baja ralea. Y hablo de algunos priístas que probablemente ya se frotan las manos para consignar en su currículum el haber sido efímero titular del poder Ejecutivo que propone el cacicazgo. Si chico el cargo, también chicos los personajes. Ya se dividen en los que aspiran a un quinquenio y a los que quieren engrandecer su hoja de servicios sin interesarles para nada ciclos más complejos donde se puedan atender los intereses de la sociedad. En otras palabras, a algunos enanos ya les crecieron las piernas, y entre ellos estos futurólogos mencionan a José Miguel Salcido Romero como uno de los “destapados”.

Bueno es recordar que este oscuro personaje de la justicia en Chihuahua tiene antecedentes que no está de más que se conozcan en una esfera más amplia. De familia priísta, su padre fue senador de la república por obra y gracia de un dedazo de Miguel De la Madrid Hurtado, del que fue condiscípulo. Cualquiera podría pensar que estaríamos hablando de un priísta que viene desde la cuna. Pero no es así, se trata de un conservador que en la etapa de ascenso del panismo, local y nacionalmente, empezó a mutar de piel y trabó alianzas profesionales con cuadros de ese partido, que le allanó su tránsito inicialmente hacia cargos en órganos electorales y particularmente a la magistratura del Tribunal Estatal Electoral, del que finalmente fue, en medio de no pocas traiciones, el presidente que se vio beneficiado cuando por estricto paisanaje se convirtió al duartismo priísta. Para él eso significó simplemente quitarse una camiseta y enfundarse en otra; de paso daba gusto a su padre.

En el cargo jurisdiccional electoral la jugó como juez y parte. Para nadie es un secreto que ya en plena era duartista asesoraba y cabildeaba asuntos para acrecentarle las mejores opciones al PRI. La traición es su fuerte, y en este caso traicionó a la institución en la que debió haber sido imparcial. Hizo méritos suficientes y ascendió. El disimulo, además, es su fuerte, como lo es también el hacer valla por donde va a pasar algún hombre o mujer con poder, palaciego, entonces.

Se ha propalado, como si eso interesara a la democracia real, que alguna relación lo ata a Peña Nieto, y eso se muestra como credencial. Empero, Miguel Salcido Romero está manchado por su complicidad con el duartismo, que le abrió primero la magistratura a la Sala de Control Constitucional, por cierto muy costosa para el volumen de asuntos resueltos (durante su estancia no creo que haya sobrepasado un dígito), pero como trampolín para dar un golpe al poder Judicial y convertirlo en un cuerpo de favorecidos por el cacicazgo. A eso le llamaron “oxigenación”, pero realmente fue enrarecimiento del ambiente, porque la falta de independencia de jueces y magistrados, la ausencia de profesionalismo y preparación brillan como notas distintivas en la judicatura, y todo mundo sabe que en Chihuahua se litiga con la enorme desventaja de que hay intereses privilegiados con sentencias anticipadas, aunque anden de la greña con el Derecho y la justicia. En la elección de hace un par de semanas asignó cargas electorales a los funcionarios judiciales en vulgares labores de acarreo para el PRI.

Como las carreras hacia la cúspide del poder en México se construyen con disciplina cómplice, con abyección, con simulación, con entreguismo, Miguel Salcido sabe que ya cuenta con la hoja curricular suficiente, y más si Peña Nieto le ha guiñado un ojo y es paisano del cacique. Él se ve a sí mismo completo, así sea para dos inservibles años, que lo mismo sería un quinquenio. Y esto, si llegase a ser posible, nos hablaría muy claro, pero muy claro, de la elasticidad a toda prueba de la columna vertebral de los priístas del corte de Héctor Murguía; el proclive torturador de niños, Enrique Serrano; las féminas senatoriales. Lilia Merodio y Graciela Ortiz; y hasta del muy sarandeado Marco Adán Quezada. Y es que se trata de un PRI que a falta de políticos recurre a los faranduleros del corte de Tony Meléndez.