El discurso del cacique mayor de Chihuahua, pronunciado en Parral el día de ayer, ofrece varias lecturas, preocupantes unas, divertidas otras. Dijo en el acto de refrendo a Miguel Jurado, alcalde de aquella comunidad: “Quien venga a criticar los proyectos de Miguel me está criticando también a mí ya que yo los apoyo todos y cada uno de ellos, son para el bien de los parralenses, de nuestros hijos, no debemos de quitarles este derecho a nuestra familia, lo merece”.

Bien leído significa que ya hasta las críticas al funcionariado municipal las ha expropiado, dejándole a las comunidades en el desamparo, que se cifra en considerar que el poder real de todo está en la capital del estado y que, por ende, hacia allá debe fluir todo, incluido el disenso popular. Estas palabras recuerdan el fanatismo de ciertos cristianos y musulmanes: quien no está conmigo está contra mí, quien critica a mi personero aquí, que se atenga a las consecuencias porque me está criticando a mí, el gobernador. La guerra santa existe.

Claro que esto sólo se puede decir en la tierra que se considera tiene la calidad de servil que Duarte le asigna a Parral, equivocadamente. Allá le ganó el sentirse en casa y se desentendió de internet que hace volar estas palabras bochornosas a todos los rumbos. Quién iba a creerlo, el que lo critica a él me critica a mí, como si eso provocara miedos o inhibiciones. En realidad en todo esto bien sirve de metáfora el juego a la buena carambola: quien le pega a una bola, también le pega a la otra y si es buena la carambola, quien le pega a la otra le pega a la una. La crítica que se abate sobre la acción estatal y municipal en Parral entonces no va dirigida únicamente a una persona, sino a una caterva gobiernista. Pero como el cacique es tan cacique que advierte rotundo: quien critica a Miguel, osa criticar a César. ¡Qué miedo!

La parte risible de todo esto es que Duarte recurre a la astrología para interpretar los hechos políticos, como un día lo hizo López Rega en la Argentina en crisis. O aquellos otros políticos mexicanos que no vale la pena recordar por sus nombres, que recurrieron a la psíquica “Paca” para explicar crímenes del tamaño del influyente político priísta Francisco Ruiz Massieu. Esto de astrología y política no es nuevo. Durante los más aciagos días de las monarquías feudales, los reyes y emperadores tenían su propio astrólogo para que les dijeran por dónde se alineaba el cosmos y actuar en consecuencia. Duarte, por cierto, intolerante ante cualquier sombra que se le haga, parece decirnos: “él astrólogo soy yo”, y por eso, les lleva el gran aliento a los parralenses de que “las estrellas están alineadas para Parral”. ¿Y los otros 66 municipios qué?, ¿tendrán que esperar que el cometa Haley regrese por ellos? Quién lo sabe. De paso, los parralenses tienen el derecho de que el cosmos se alinee en su favor. Pobre Parral, tan cerca de los focos rojos de Durango y tan lejos de una racionalidad del gobernante que ahora se apodera de la personalidad del portorriqueño Walter Mercado.