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Voces muy reconocidas de las mujeres de Chihuahua –Luz Estela Castro, Norma Ledezma, Emma Saldaña– han concurrido en un punto esencial: la condena al homenaje que la autoridad municipal de Parral, en este caso el alcalde Miguel Jurado Contreras, y Gerardo Acosta, jefe de Seguridad Pública de esa demarcación, rindieron a Ramón Acosta Gamboa, quien agredió a una mujer que fuera su pareja. Si bien es cierto, la acción de quienes ordenaron el homenaje al policía municipal que se suicidó es más que un crimen una estupidez, esto no debe desviar la atención de la miga principal del asunto: la condición de vulnerabilidad de la mujer, el concebírsele como un simple objeto a disposición de hombres anclados en el machismo y en las concepciones patriarcales que ubican a la mujer en la dependencia absoluta, en la condición de seres de segunda y blanco de todo tipo de vejación y discriminación.

La indignación de quienes han levantado la voz en este asunto, lejos está de ser gratuita; incluso el pronunciamiento de Emma Saldaña, directora del Instituto Chihuahuense de la Mujer, una voz de adentro de la administración, es contundente, porque pide retirar de su cargo a la autoridad policiaca que ejecutó el homenaje, previamente autorizado por el alcalde Miguel Jurado, diga éste lo que diga en su descargo, porque es evidente que hasta el simple pase de lista carecía de justificación. Pero en realidad no se agotó en eso, como las fotografías muy claramente lo dicen, con el cuadro de honor, el féretro cubierto por la bandera nacional, signo inequívoco de quien tiene un reconocido rango de honor. En el remoto caso de que el alcalde tuviese razón y nada más hubiese autorizado un pase de lista, también queda mal parado, porque querrá decir que carece de mando y que sus órdenes no son tomadas en cuenta. Pero el fondo es real, en ese malhadado homenaje estuvieron todas las autoridades coludidas con un único propósito.

No conozco la hoja de servicios del homenajeado, su paso por la corporación por un tiempo considerable y sus parentescos involucrados. Lo único que me queda claro es que, por brillante que haya sido bastó un instante para manchar su vida y su investidura, así fuera para el solo efecto de negarle la inmerecida honra fúnebre. La historia podrá poner las cosas en claro. Ojalá. Pero eso no es lo que está a debate.

Tienen razón las mujeres que levantaron la voz. Basta y sobra que hay una mujer victimada, pero a esa voz hay que darle la consecuencia de remover al mando policiaco que ordenó, no digamos un polémico homenaje, porque eso es dejarlo en la ambigüedad, sino un homenaje inmerecido, a secas. Merece reproche, finalmente, la facilona salida del presidente municipal, Miguel Jurado, que culpa a los medios, cuando dice: “Con todo respeto (¿cuál?), a veces los reporteros ponen las palabras que no son.”