Los dislates retóricos, ahora que iniciaron las campañas electorales, son mercadería común y en no pocas ocasiones corriente, pero hay que verlas bien de todas maneras. En el arranque de actividades proselitistas de Mario Mata vimos, al menos, tres cosas que llaman la atención, y probablemente una cuarte: un hiperactivo César Jáuregui Moreno, coordinador de los diputados albiazules en el Congreso local, que en lo más intenso del discurso del candidato hurgaba y hurgaba en su teléfono móvil; un fogoso y entusiasta discurso del aspirante con una gran ausencia temática: la corrupción política de César Duarte y Jaime Herrera Corral, viejo conocido de los delicienses, que tiene su vértice precisamente en Delicias, sede del escándalo conocido como Banco Progreso; también olvidó el pretendiente panista que la verdad es concreta; esperemos que más adelante se pronuncie porque la miga del asunto tiene la característica de ser los que definen a los que quieren verdaderamente un cambio de rumbo en este país.
Pero sobre todo me llamó la atención que haya dicho que “no venimos a representar a nadie”, así de tajante y concluyente, cuando todo mundo sabe que ser diputado es precisamente representar a alguien. Esto nos lleva a la añeja pregunta que todos nos hacemos en México: ¿a quién representan nuestros representantes? Hasta ahora, prácticamente a nadie, con las excepciones consabidas. Ese es el planteamiento que hizo Mario Mata. Y, finalmente, una pregunta ronda por ese distrito: ¿se va a comprometer a los tres años de ejercicio o es la antesala de otras aspiraciones? Estas son preguntas que reclaman respuestas.
Garfio a Seúl
Pues con todo un séquito, y a costillas del erario municipal de Chihuahua, Javier Garfio Pacheco se va a Corea del Sur. Dicen que a hablar de propiedad vertical, algo así como abordar el tema de los quesos de tuna en Zacatecas, cuyo viaje a esta colonial ciudad resultaría cuando menos más barato. El aviso fue de súbito; se cambiaron las fechas para la sesión de cabildo y se invitó a los leales e incondicionales a cruzar el Océano Pacífico para aterrizar en la capital de ese tigre asiático que esperamos, dado el gusto del alcalde por los pececitos y las liebres orejeras, le deje alguna lección que trascienda a la zoología. En esta dolorida y bachienta comunidad hay quien se pregunta: ¿pero cuánto tiempo estará ausente? Despreocúpense, si se queda por allá, qué mejor.